PETER GOODFELLOW (DOCTOR BRODIE'S REPORT)

viernes, 11 de junio de 2010

-NOBLEZA CON NOBLEZA-

ESCENA I

  Sala en el palacio del marqués, toda ella decorada marquesmente. En la representación hágase como se pueda, sin intentar imitarla demasiado.

  El marqués, lee aburridamente sobre un diván. Tiene treinta y cinco años, para él como para muchos otros que no son siquiera marqueses, la lectura no es alimento espiritual, sino chucherías de niño pequeño.

  Entra el criado,

Criado.-¿Traigo un refrigerio y un tentempié para el señor marqués?.

Marqués.-¡Un calenterio y un mantentetieso, necesito yo!.

Criado.-¡Señor marqués a su edad!. ¡No hable así!, ofende la dignidad de un humilde servidor.

Marqués.-O te halaga Pierre, o te halaga.

Criado.-A mis años señor, la palabra y el chiste picante son el único consuelo. Porque al ver muchachas hermosas, mis facultades mermadas son causa de tormento y dolor. Rey reina pero no gobierna, en lo tocante a aquellos asuntos, señor marqués.

Marqués.-Y en lo tocante a otros muchos, también.

Criado.-Señor marqués, vos no debéis hablar así, defender al rey y su corona es vuestro deber.

Marqués.-Hablo así contigo, ¿con quien podría hacerlo mejor?. Te he mojado los pantalones de niño, me has visto crecer has sido mi confidente, por ti me hice hombre conociendo a la primera mujer. Has sido para mi un segundo padre. Y por encima eres mi criado. Dime, ¿puedo hablar o no?.

Criado.-(Emocionado). Claro que puedes Jean-Paul, claro que puedes. Sin embargo el señor marqués no debiera hablar así del rey, los tiempos no están para bollos.

Marqués.-Del rey hablo en mi casa lo que quiero, fuera de ella, lo que me dejen. El rey me la trae floja.

(Medita un momento). La verdad es que no es solamente el rey y la reina, todo, absolutamente todo, me la trae floja. De ahí mi inapetencia.

Criado.-Volvemos señor marqués a los antiguos tiempos. Antes de la revolución, la nobleza estaba inapetente, hastiada, cansina y femenina. El duque de Orleans, los Condé, los Tribury, Fontoy, Yorbunay, tenían inclinación por los jovencitos.

Marqués.-Más que inclinación, una pronunciada cuesta abajo.

Criado.-El ser suave es la primera norma de un criado. La condesa de Chantilly, la baronesa de Nanterre, su tía, la marquesa de Monfleur, su hija y su sobrina la baronesa Flof, tenían gustos más femeninos que los femeninos propios. Sólo por nombrar algunos de ellos.

Marqués.-Puedes nombrar los contrarios y probablemente acabarías antes.

Criado.-Téngalo a bien por seguro el señor marqués, ocho nombres, a lo sumo diez, y acabaría la cuenta. Pues sabe usted, que de los prelados, el obispo de París, su secretario y vicesecretario, y por abreviar los altos cargos eclesiásticos y gran parte de los bajos hacían honor a su vestimenta, hombres con faldas.

Marqués.-¡Pierre!.

Criado.-¿Señor Marqués?.

Marqués.-Deja a un lado al clero.

Criado.-Afortunadamente Jean-Paul, la revolución los ha dejado por mí.

Marqués.-Ha sido terrible.

Criado.-Si, señor marqués, terrible. Al cura de la parroquia lo colgaron de un árbol, fueron las madres de los muchachos qué forzó el ladino santurrón. Ha sido terrible señor marqués.

Marqués.-(Sonriendo). ¿Y de mí que opinas?.

Criado.-(Emocionado). Jean-Paul ¿qué quieres que te diga?.

Marqués.-¡La verdad!.

Criado.-¡La verdad!, ¿qué es la verdad Jean-Paul?. La verdad sólo Dios la sabe. Me entristezco al ver al señor marqués afectado por la melancolía, mal hereditario en la sangre azul.

Marqués.-Tienes razón. Estoy enfermo, no de cuerpo, pero el alma no tiene salud, le falta vida y faltando vida al alma el cuerpo no es más que harapos de mendigo.

Criado.-Dice bien el señor marqués. Si admitiera de un anciano criado un consejo, una sugerencia al menos, tal vez.

Marqués.-Gracias Pierre, pero ni de eso tengo ganas. Déjame en soledad y sólo.

(El criado se va y sale por la izquierda que es por donde salen siempre los criados por mucho que intenten sus amos que salgan por la derecha, no lo consiguen nunca).

Marqués.-Si pudiese estar bien conmigo mismo. Si lograse soportar la soledad, sentirme solo, sentir la vida, la luz, la oscuridad, el trino de los pájaros, el croar de las ranas, el viento, las carnes de ave, de venado o ciervo, los hombros o los ojos de una mujer. Pero ríen de ríen. Un profundo pozo negro se abre ante mí.
Siete castillos, pueblos, tierras y bosques son mis propiedades, propiedades que ni mis padres ni yo hemos visitado nunca. Todo lo daría por un poco de sosiego a mi espíritu, o de luz a mi alma. Deben ser igual alma y espíritu, espíritu y alma. Deben ser lo mismo, y si lo son, ¿porqué lo llaman de diferente manera?. ¡Oh! que gran tema para especular, pero estoy tan desganado que lo que en otro tiempo me apasionaba hoy no me interesa.

  (Se acerca a la ventana apoyando los codos en ella, mientras desganado contempla el patio).

  Una hermosa muchacha con ropas del pueblo llano cruza el patio de la gran casa con un cesto, que por el esfuerzo de quien lo porta, parece que va bien cargado. Jean-Paul contempla desganadamente interesado a la muchacha.

  Poco tiempo después la muchacha vuelve a aparecer sin cesto, uno de sus criados, joven y apuesto va tras ella hablándole. La muchacha no hace caso a sus palabras. Debajo de su ventana el joven la toma por la cintura, un bofetón en la mejilla del mozo, lo hace caer sentado. Y es que un bofetón de una mano femenina francesa equivale a toda la descarga de los cañones de la armada invencible española. El autor lo ha experimentado en sus años mozos y lo confirma.

Muchacha.-(Iracunda) ¡Qué te has creído! ¡aprendiz de marqués!.

Joven.-(Frotándose la cara) Pensé.

Muchacha.-Pensé, pensé. ¡Cuando has pensado tú! Si todo lo que sabes es decir, si señor marqués, no señor marqués. Y de ahí no te saca nadie porque nadie sabría donde meterte.

Joven.-Es que yo…

Muchacha.-Es que yo quería retozar contigo. ¿Era eso? pues ya lo has hecho y ya ves, las rosas tienen espinas para quien no aprecia su olor. Y en esta cuadra con apariencia de palacio no hay mas que cerdos. Cerdo el marqués, cerdo el mayordomo, cerdos cocineros, cerdos criados, cerditas criadas.

  (Imitando el gruñido de un cerdo, que en francés se dice cochón, pero que gruñen en el mismo lenguaje que los españoles).

Muchacha.-Groing, groing, groing, groing.

  (La muchacha se aleja salerosamente, de vez en cuando se vuelve y groing, groing)

  El marqués la contempla riéndose desde la ventana. Se separa de ella y tira de un cordón. Al poco tiempo
aparece su anciano criado.

Criado.-¿Ha llamado el señor marqués?.

Marqués.-(Visiblemente interesado). Pierre, quien es la muchacha que ha ido a la cocina trayendo un cesto.

Criado.-¡Ah! ¿La más hermosa de las golondrinas de toda la comarca?.

Marqués.-Y de toda Francia me atrevería a asegurar.

Criado.-Y aún quedarías corto Jean-Paul. Elvira es frescor de verano o un Sol en el invierno, según se mire.
Hasta su nombre es hermoso.

Marqués.-Lo es, todo es hermoso en esa muchacha. ¿De quien es hija?.

Criado.-Del sastre de Arnuyl.

Marqués.-Hoy mismo iré a encargarle alguna prenda. ¿Estará ella con su padre?.

Criado.-Lo veo difícil, señor marqués.

Marqués.-¿Difícil?, si no está, diré al sastre que llame a su hija con la excusa de que quiero aclarar un incidente en el patio de mi palacio. Esto no levantará sospechas ni nada de nada, sino más bien un halo de interés justiciero por mi parte.

Criado.-Más difícil lo veo todavía, señor marqués.

Marqués.-¿Qué ella no vendrá?. El sastre habrá de obligarla a presentarse ante mí. ¿O acaso ves difícil que pueda ser justiciero?.

Criado.-Esto último, que dice mi señor marqués, nunca lo veo y nunca lo diría, porque la justicia es justa y si encarcela, tortura, interroga, multa o confisca bienes, es siempre justamente y si por justicia mata, no hace tal, que sólo los ignorantes pueden decir que la justicia mata y que asesina. Los justicieros no matan ni asesinan; ajustician, señor marqués.

Marqués.-Pierre, a ti te ha disminuido el seso.

Criado.-Cosa de la edad, señor marqués.

Marqués.-Me refiero al otro seso, al de aquí adentro.

  (Señalando con el dedo índice su sien. En representación, el actor puede señalar la sien que más le pique, aprovechando para quitarse él comezón).

Criado.-También son cosas de la edad, señor marqués. La vida ilustra y enseña, a veces, algunos aprenden.

Marqués.-¿Quien te has creído que eres, Pierre?.

Criado.-Un criado, señor marqués. Solo un criado para el señor marqués.

Marqués.-Pues no olvides.

Criado.-(Dolido). No lo olvido, como voy a olvidar que fui yo quien puso su vida fuera de peligro en la revolución, que fui yo quien enterró y veló por las joyas y el dinero del señor.

Marqués.-(Emocionado, abrazándole). Tampoco yo lo olvido, mi querido Pierre.

Criado.-Lo sé Jean-Paul. Solamente repasaba la lección de ayer, la nobleza siempre tuvo memoria muy ligera.

Marqués.-No es mi caso.

Criado.-Llegado el caso, por si acaso.

Marqués.-Hablando del otro asunto. Debo ver a esa muchacha, diré a su padre que la traiga a mi presencia.

Criado.-Su padre no oirá.

Marqués.-Escuchará y hará lo que yo le diga.

Criado.-Ni escuchará, ni hará nada.

Marqués.-¡Cómo!.

Criado.-Muerto está, y los muertos ni oyen ni nada hacen. Por lo que yo sé.

Marqués.-¡Ah! ¿su padre ha muerto? acabáramos con el misterio.

Criado.-No del todo. Su padre no ha muerto.

Marqués.-¡Cómo! ¡nada entiendo! ¿Está muerto o no está muerto?.

Criado.-Muerto está, pero no ha muerto.

Marqués.-Acabarás por volverme rematadamente loco. Deshazme el enredo del misterio.

Criado.-Su padre está muerto, pero no ha muerto, el rey lo ha mandado ajusticiar, los reyes no matan, son justos, ellos ajustician.

Marqués.-¿Era ladrón?.

Criado.-Algo peor, señor marqués.

Marqués.-¿Asesino?.

Criado.-Mucho peor.

Marqués.-¡Ambas cosas, asesino y ladrón!.

Criado.-Peor, mucho peor. Por asesino y por ladrón, no se ajusticia a nadie, señor marqués, a lo sumo un tiempo en presidio y no mucho.

Marqués.-¿Qué entonces?.

Criado.-¡San Culotte!.

Marqués.-¡Válgame Dios! ¡Anarquista!.

Criado.-Sí señor, Sans Culottes, es el mal del pueblo, la enfermedad endémica de los pobres. A la mínima oportunidad se sublevan, eliminan los privilegios, reparten las tierras de los señores e instalan tres únicas leyes. Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Marqués.-¡Es terrible!.

Criado.-Lo es, señor marqués. Toda su familia estaba aquejada de dicho mal.

Marqués.-(Asombrado) ¡Toda la familia!.

Criado.-Toda la familia estaba aquejada del mal, el rey recetó a todos ellos cura de urgencia y drástica. Ajusticiados todos.

Marqués.-(Todavía más asombrado) ¡Tiempos terribles!.

Criado.-Son los buenos tiempos de antes de la revolución, señor marqués. Ahora con un poco más de marketing.

Marqués.-(Ansioso) ¿Y ella?.

Criado.-También.

Marqués.-¿También, qué?.

Criado.-¡San Culotte!, se salvó por jovencita, y por que no la dieron encontrado; pasado un tiempo se olvidaron de ella.

Marqués.-Menos mal. Tanta justicia aplicada injustamente me da escalofríos.

Criado.-Si al señor marqués perteneciente a la nobleza que es quien la aplica, le da escalofríos. Imagínese al pueblo llano, lo que nos dará.

Marqués.-Debo ver a esa muchacha como sea. Pierre, me gusta, estoy enamorado de ella. Es tan hermosa y con ese andar de mujer española que tiene, estoy rendido a sus pies.

Criado.-Trabaja de modista y sastre, encárgale algo, verla y hablarle no ofrece dificultad alguna. Pero mide bien tus palabras Jean-Paul, el dolor aún no se ha marchado de su corazón.

Marqués.-La trataré como una igual.

Criado.-(Aparte). Habrá que ver como lo tratará ella.

Marqués.-Hoy mismo iremos a su casa.

Criado.-Como diga el señor marqués.

ESCENA II

  Sala modesta, mesa de trabajo de sastre y modista, algunas sillas y ropa en alguna de ellas y en la mesa.
  
  Elvira cose sentada. No oye la radio porque en aquel tiempo no la habían inventado, como sucedáneo canta en voz baja canciones que mantienen la llama de la esperanza de días mejores al pueblo.

  El marqués y el criado llaman a la puerta.

Elvira.-Adelante, está abierta.

Criado.-(Entrando con el marqués). El señor marqués quiere encargarte unas camisas bordadas. En este paquete traigo el lino.

Elvira.-(Levantándose). ¿Cuántas quiere?.

Criado.-Cuatro camisas bordadas. Hay tela suficiente.

Elvira.-Eso lo comprobaré yo.

Criado.-¿Cuándo estarán?.

Elvira.-Cuando estén hechas.

Criado.-¿Y cuánto llevarás por el trabajo?.

Elvira.-No se arruinará tu amo; si teme hacerlo que busque en otro lugar.

Marqués.-El dinero no será problema, pon tú el precio que quieras.

Elvira.-Eso pensaba hacer. Yo trabajo, yo pongo el precio y yo cobro.

Marqués.-Así debe ser.

Elvira.-Y así será. ¿Se te ofrece algo más?.

Marqués.-¿Me tuteas? (asombrado).

Elvira.-¿Me tuteas? (fingiendo cara de asombro).

Marqués.-(Con ínfulas) ¡Soy marqués!. Mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres, marqueses eran.

Elvira.-Soy trabajadora. Mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres, también lo eran.

Marqués.-No es lo mismo.

Elvira.-Todos lo sabemos, por eso marcamos la diferencia, los que trabajamos en un lado y los que no trabajan, en otro.

Marqués.-Jamás he tropezado con arrogancia tal.

Elvira.-Yo muchas veces, demasiadas para ser tan joven.

Marqués.-Entiendo.

Elvira.-Ahora soy yo la que tropiezo por primera vez con un noble de entendederas.

Marqués.-Lo entiendo.

Elvira.-Lo sigue entendiendo. (Con ironía al criado) ¿Seguro que es marqués?, entiende demasiadas cosas para ser de la nobleza.

Criado.-A veces hay excepciones. De niño estuvo bajo mis cuidados.

Elvira.-Así, todavía puede explicarse.

Marqués.-(Aparte). Es la mujer de mi vida. Estoy convencido. Estoy loco por ella. Tal vez sólo estoy loco y ella nada tiene que ver. Es la segunda vez que la veo.

Elvira.-Volver la próxima semana, las camisas estarán hechas. ¿Se os ofrece algo más?.

Criado.-No, eso es todo.

Marqués.-Bueno, sí. (Nervioso).

Elvira.-¿Qué más?.

Marqués.-No, nada. (Sigue nervioso).

  El marqués y el criado se van hacia la puerta. El marqués se da la vuelta.

Marqués.-Has tenido esta mañana un incidente con uno de mis criados. Si quisieras explicarme…

Elvira.-¿Lo has visto?.

Marqués.-Sí.

Elvira.-Pues nada hay que explicar ya.

Marqués.-Le estuvo bien dada la lección.

Elvira.-Fue gratis, nunca cobro las enseñanzas que imparto.

Marqués.-Me causó gracia todo ello.

Elvira.-Y a mí. Los criados son reflejo de los amos.

Marqués.-(Meloso). No siempre, querida niña, no siempre.

Elvira.-¿No eres entonces como el criado?.

Marqués.-(Ofendido). Soy el marqués y un criado es un criado.

Criado.-Sí, señor marqués.

Elvira.-¡Ah! creí que eran iguales, vivir en la misma casa, hace parecer a las personas iguales.

Marqués.-(Orgulloso). Mi casa es un palacio, rectifico, mis casas son castillos y palacios, quienes las habitan no son mis iguales.

Elvira.-Mi casa es una casa, quien en ella habita no es igual a nadie. Las diferencias me encantan, una persona igual a otra ¡que horror!, que aburrimiento. Te compadezco, querido niño tener tantos marqueses, condes, obispos, duques y príncipes igual a ti. De un molde os sacaron a todos igual, de una sola hornada, todos los panecillos hechos de una igualdad y semejanza admirables.

Criado.-(Riéndose y hablando por lo bajo). Digna hija de noble estirpe Sans Culottes. La revolución ha muerto, los revolucionarios siguen vivos. Si fuese joven …

Marqués.-Volveré otro día.

Elvira.-Mi casa está abierta al noble trabajo, sin el trabajo la palabra noble no tiene cabida en mi casa.

Criado.-(Con afecto). Adiós Elvirita.

Elvira.-Adiós Pierre, ¿cómo va el reuma?.

Criado.-Ella va como quiere, y yo como me deja.

Elvira.-¡Salud, Pierre!.

  Marqués y criado salen igualmente a pesar de que no son iguales.

ESCENA III

  Sala del palacio del marqués. El marqués está solo, excitado y ansioso, o ansioso y excitado que aunque no es igual, tanto monta y monta tanto, porque cuando hay amor no hay leyes y cuando hay guerra tampoco.

Marqués.-(Paseando por la habitación) Una semana, una semana no la aguanto, tengo que volver a verla.
Han pasado dos días y ni dormir puedo, estoy enamorado de ella, que mujer Dios mío, que mujer. Le pediré que sea mi esposa. (Se acerca a la ventana y vuelve a caminar por la habitación).
Le pediré que se case conmigo. No podrá negarse, soy marqués. Ella es una anarquista de pura nobleza, toda su familia igualmente anarquista. Nobleza con nobleza casa bien. Pero que opinará ella, el alma de mujer anarquista es clara como la luz del Sol, lo muestra todo y nada se le puede ver, ella es igual, Sol esplendoroso que estando por debajo de mí, me ilumina desde arriba.

  (Pensativo) Bien, bien, salgamos de dudas. (Tira del cordón sonando una campanilla a lo lejos).

  El criado entra en el salón.

Criado.-(Entrando). Llamaba el señor marqués.

Marqués.-Pierre, mi fiel Pierre, estoy loco, loco de remate.

Criado.-Lo sé, señor marqués.

Marqués.-Hablo en serio Pierre. Quiero casarme con Elvira.

Criado.-(Asombrado). Traigo una bebida refrescante al señor marqués.

Marqués.-¿Qué dices Pierre?.

Criado.-Le acompaño a dar un paseo, hay un ligero vientecillo de lo más refrescante. O mejor, le preparo una tisana.

Marqués.-¿Qué dices Pierre?. ¿Estás loco o turbado del vino?.

Criado.-¿Loco yo, Jean-Paul?.

Marqués.-Entonces lo otro. Has oído, quiero casarme con Elvira, la adoro. Pensando en ella no puedo dormir.

Criado.-Pues no pienses en ella Jean-Paul.

Marqués.-Imposible, pienso en ella porque quiero, porque me gusta pensar en ella, porque ella es parte de mí y yo de ella.

Criado.-(Tranquilizándolo). Jean-Paul, un paseo, tal vez dormir un poco, un baño en agua tibia relaja los nervios.

Marqués.-Nada de eso, todo está bien como está.

Criado.-(Con autoridad). No, no lo está, un baño relaja los nervios y te vendría muy bien. Además ¿cuándo fue la última vez que te bañaste?.

Marqués.-A primeros de mes, era San Euclodio, el día tres, lo recuerdo bien.

Criado.-Estamos a 19 y es Santa Eufrasia, por tanto han pasado dieciséis días. Un baño relaja los nervios y aligera el cuerpo de paso.

Marqués.-No es un baño lo que necesito, sino volver a verla.

Criado.-(Para no llevarle la contraria). De acuerdo, pero no querrás ir a su casa sin bañarte, la higiene es lo primero en que una mujer se fija.

Marqués.-(Con descubrimiento). ¿Es eso cierto Jean-Paul?.

Criado.-Cierto, ciertísimo. Un hombre limpio abre el corazón de una mujer con una sola mirada, con uno solo de sus pensamientos, con su sola presencia. Un buen baño de una hora Jean-Paul, e irradiarás un magnetismo de irracional empatía amorosa, que en un abrir y cerrar de ojos Elvira, no será Elvira, sino tu mujer.

Marqués.-(Entusiasmado). Prepara el baño Pierre, ahora mismo y cuánto antes. ¿Una hora será suficiente?.

Criado.-Lo será.

Marqués.-¿Hora y media será mejor?.

Criado.-No, tanto no. Ni por exceso ni por defecto. A la mujer le gusta el justo medio en tocando ciertas cosas.

Marqués.-Lo digo por el magnetismo.

Criado.-(Aparte). Ahora se cree un bacalao listo para desalar. No Jean-Paul, una hora es suficiente.

Marqués.-Pierre mientras tomo el baño, tráeme a esa mujer del pueblo que todo lo adivina. Tráemela Pierre, es de vital importancia.

Criado.-Como ordene el señor marqués.

ESCENA IV

  Sala del palacio. La adivina está sentada ante una mesa camilla, vestida con ropa agipiada, una barra de incienso encendida que perfuma toda la estancia y una baraja tarot. Entra el marqués. La adivina habla con acento argentino del Mar de la Plata.

Marqués.-(Entrando, percatándose del olor). ¿Esto que es, mi casa o una iglesia?.

Adivina.-(Solícita). Su casa señor marqués.

Marqués.-Mas bien parece una iglesia con este olor.

Adivina.-Es el incienso, purificador de las malas energías negativas.

Marqués.-Podrías adivinar el porvenir en la Catedral de Santiago de Compostela, allí tienen un botafumeiro gigantesco que lo zarandean de un lado a otro positivizándolo todo.

Adivina.-¡No lo sabía!.

Marqués.-¿Entonces de que te sirven las cartas, sino te dicen lo que no sabes?.

Adivina.-No se lo pregunté. Además no hace mucho que he venido a este país, soy argentina y todavía desconozco lo que no sé.

Marqués.-Siendo así, es comprensible y disculpable. Empezemos con prontitud, quiero saber si la mujer que adoro me corresponderá.

  La adivina hace cortar ritualmente las cartas al marqués en tres montones, luego las extiende según su arte.

Adivina.-(Con acento argentino). Veo al señor marqués, apesadumbrado y triste, las cartas me dicen que pasa por momentos de incertidumbre y desasosiego.
Veo también que lo rodean envidias de gentes poderosas, veo varias mujeres interesadas en el marqués y otra que no lo está tanto como las demás, pero que lo aprecia, su amor aún no ha sido despertado, pero lo será muy pronto. Ella es mujer de la nobleza que por su antiguo y frecuente trato, no lo vé todavía como marido, sino como un amigo. En esta carta, veo una boda cercana y felicidad conyugal con dos hijos varones y una hija, como fruto de la feliz unión. Los descendientes, añadirán títulos de nobleza a los que por el padre les corresponde.
En lo tocante a su salud, no duerme demasiado bien, debiendo cuidarse para mantenerse fuerte. También veo…

Marqués.-(Interrumpiéndola e irónico). ¿Qué dirá a mi propuesta de matrimonio? ¿la aceptará?.

Adivina.-¡Por supuesto!, aunque antes sería conveniente que yo realizase unos trabajos en lo alto de una montaña y ciertas operaciones en mi casa con plumas del pájaro Guacamayo. Al hacerlas, esta noble señora, será su mujer irresistiblemente.

Marqués.-(Irónico). Bien, bien, pues hágalas.

Adivina.-Hay un inconveniente. Las plumas del pájaro Guacamayo que vuela oculto entre los ocultos árboles de la Amazonia, son de dificil adquisición, porque este pájaro es de dificilísima caza.
Ayer mismo acabé las últimas plumas que de él tenía, pero en dos días llegará un marinero que me traerá por encargo estas valiosísimas y preciadísimas joyas.

Marqués.-(Irónico). ¿Cual es el problema pues?.

Adivina.-Como el pájaro es rarísimo no en occidente, que es desconocido, sino en la misma amazonia, su precio es por ello alto.

Marqués.-(Sonriendo). Dí cuanto.

Adivina.-No sé a ciencia cierta cuánto cobrará el marinero. Para empezar y con resultados garantizados que se notarían a los pocos días, pienso que diez monedas de oro es suficiente.

 (Marqués levantándose y tirando del cordón. Poco después entra el criado).

Marqués.-Acompaña a esta pájara Guacamaya a la puerta, dale diez estacazos o veinte, todos los que puedas hasta que cruce el patio.

Adivina.-¡Hay, Dios mío!.

Marqués.-¿No te dijeron eso las cartas?.

Adivina.-¡Hay, Dios me ayude!.

Marqués.-Como antes de dos días no te hayas ido de la comarca o de donde yo tenga dominios, que es en casi toda Francia, yo mismo te arrancaré las plumas de pájara que tienes, con la lengua de Guacamaya incluida.

Adivina.-¡Hay Dios mío! ¡que injusticia!.

Marqués.-Arreando Pierre.

 Sale volando la adivina, sin cartas y sin incienso, con Pierre detrás que más que correr anda reumatológicamente como puede.

ESCENA V

 Sala en casa de Elvira. Elvira cose y canta, siendo fiel al dicho, coser y cantar. Entran el marqués y el criado, que llaman a la puerta.

Elvira.-Está abierta.

Criado.-Buenas tardes Elvira.

Elvira.-(Sorprendida). Solo han pasado dos días, quedamos en una semana.

Marqués.-(Nervioso). Pasaba por aquí y me dije voy a ver si necesita algo, si todo está en orden. En fin, saludarte. (Dudando) nada malo hay en ello.

Elvira.-(Sorprendida) Nada malo en ello hay.

Marqués.-¿Todo está bien?.

Elvira.-Lo está.

Marqués.-¿Conforme entonces?. (No sabe que decir por lo nervioso).

Elvira.-Conforme.

  El marqués hace una señal al criado.

Criado.-Espero fuera al señor marqués. Adiós Elvira.

Elvira.-(Aparte). Esto me trae mala espina.

 (Se hace un embarazoso silencio).

Marqués.-(Indeciso, de súbito habla). La verdad es que no pasaba por aquí al azar. Vine a verte con toda la intención.

  (Se calla al ver que nada dice Elvira continúa hablando). Vine con toda la intención, sí con toda la intención.

Elvira.-Lo has repetido tres veces. Puedo saber cual es toda esa intención por triplicado.

Marqués.-(Confuso y azorado). Bueno, sí, no es tan sencillo, no creas que es fácil.

Elvira.-Acordaste que no quieres ya las camisas. Bien, llévatelas y abonándome el trabajo realizado, todos en paz y todos contentos.

Marqués.-Por Dios, Elvira, no es eso, dos docenas te encargaría yo.

Elvira.-(Asombrada y preocupada). ¿Qué es lo que quieres?, dilo ya, empiezas a preocuparme.

Marqués.-¿Preocuparte?. Nada más lejos de mi intención, no debes preocuparte lo más mínimo.

Elvira.-(Impaciente). Dime de una vez esa intención, que ahora es por cuadruplicado.

Marqués.-Te vi en el patio del palacio y me gustó tu figura y donaire, hablé contigo después y mi corazón está enamorado de ti, mi alma rendida y no duermo porque el sueño quiere robarme el tiempo que en ti pienso.

Elvira.-(Pensando que se ríen de ella). Vete con la música a otro palacio marqués, lleva las camisas de paso a la marquesa propietaria.

Marqués.-Hablo en serio Elvira.

Elvira.-Y yo, no hablo en broma marqués.

Marqués.-Estoy enamorado de ti Elvira.

Elvira.-Yo no lo estoy.

Marqués.-(Desconcertado). Quiero casarme contigo.

Elvira.-(Aparte). Este hombre está loco.

Marqués.-Quiero que seas mi esposa, quiero que seas la madre de mis hijos. Las diferencias sociales me importan un rábano.

Elvira.-(Aparte). Está mas loco de lo que creía. (En voz muy alta). ¡Pierre, Pierre!.

Criado.-(Entrando). Sí, ¿llamabas?.

Elvira.-¿Qué le pasa a tú amo? ¿está loco?.

Criado.-Un poco.

Elvira.-¿Sólo un poco?, más que Juan el hijo del molinero, diría yo. Desatina y quiere casarse conmigo.

Criado.-Eso dice y eso quiere.

Elvira.-(Siguiendo la broma de la que se cree blanco). ¿Eso quieres marqués?.

Marqués.-Con toda el alma.

Elvira.-Bien, para sellar el trato, quiero como condición primera que a mi nombre pongas el castillo y todas sus tierras.

Marqués.-Para qué quieres un castillo, si yo te ofrezco siete con sus tierras, bosques, pueblos y todo lo que ellas contienen.

Elvira.-Me basta con uno para empezar.

Marqués.-Si es tu voluntad, ¿cual prefieres?, elige tú misma, los hay por toda Francia.

Elvira.-El de aquí me vale.

Marqués.-¡Hecho!, a condición de que seas mi esposa.

Elvira.-¿Cuándo me lo das?.

Marqués.-Ahora mismo mando llamar al notario y aquí mismo formalizamos la cesión.

Elvira.-¿Cómo?.

Criado.-Va en serio Elvirita, más que loco está envenenado de amor. Lo conozco desde niño, es testarudo como el mar, bate una y otra vez la misma roca hasta lograr su propósito.

Elvira.-¿Va en serio?.

Criado.-Sí, y mantiene siempre su palabra dada.

Elvira.-(Más desconcertada que nunca). Pues yo no solo no la mantengo, sino que la retiro. No quiero nada. Y vosotros fuera de esta casa. Marcharos con viento fresco. (Abre la puerta).

Marqués.-¡Elvira!.

Elvira.-¡Fuera!.

Criado.-¡Qué habla en serio Elvirita!.

Elvira.-¡Fuera los dos! ¡a la calle!.

 (Salen el marqués y su criado).

ESCENA VI

  Salón en el palacio del marqués.

Marqués.-(Entusiasmado). Mujer admirable, admirable Pierre ¡qué mujer!.

Criado.-Lo es, más de lo que yo mismo creía.

Marqués.-¡Rechazar el castillo y la oferta de matrimonio!.

Criado.-Echar a un marqués de su casa como si fuese un igual, peor, como si fuese un criado, peor aún, como si fuese el marqués un cualquiera. (Aparte). Es la revolución personificada y en que hermosas formas y de que hermosas maneras.

Marqués.-Sí, Pierre. Valiente, arrogante, guerrera, combativa, amable, inteligente, audaz, hermosa, temible, altiva y educada. Su sangre roja azulará todavía más la sangre azul de nuestros hijos. Pierre, esa mujer es mi mujer o se me va el sentido y enloquezco esta vez de veras y por desamor.

Criado.-Jean-Paul, tranquilízate. Solamente ha sido un no primerizo e insignificante. Perder una batalla, no es perder la guerra.

Marqués.-Eso es verdad. ¿El no, te parece insignificante, no es definitivo?.

Criado.-(Aparte), Quien puede saberlo. (Para tranquilizarlo). Evidentemente que no. La mujer es femenina como la fortuna, y como la fortuna, la mujer cede ante el empuje.

Marqués.-¿De veras, Pierre?.

Criado.-Lo creo. Has sido demasiado directo. Te dejaste llevar por el ímpetu, por la pasión que desborda tu alma. En fin, ¿quieres casarte con ella?.

Marqués.-Es lo que más quiero, después de a ella.

Criado.-Lo has pensado bien.

Marqués.-Pensar, quien puede pensar, lo quiero y ya está.

Criado.-¿Seguro?.

Marqués.-¡Seguro!.

Criado.-¿Seguro, de seguro?.

Marqués.-¡Seguro, de seguro!.

Criado.-Si me da permiso el señor marqués, hablaré con ella, fui amigo de su familia, presté favores a ellos y Elvira me conoce desde niña. Veré que se puede hacer. Una cosa digo al señor marqués, no convenceré al señor marqués de que no haga tal desatino, ni a Elvira inclinaré en su opinión. La pareja es cosa de dos, soy criado y solo sirvo para servir.

Marqués.-Ve y haz lo que quieras, si puedes ayudar a convencerla que se incline por mi, te lo agradeceré eternamente.

Criado.-Lo dicho, señor marqués.

ESCENA VII

  Casa de Elvira. Entra el criado con un simpático cachorrillo.

Criado.-(Entrando). Elvirita, buenas tardes.

Elvira.-Tú aquí. Otra vez.

Criado.-Sí, otra vez, traigo un regalo.

Elvira.-¡Un regalo!.

Criado.-Es un cachorrillo de mastín, yo mismo he seleccionado los padres.

Elvira.-Bebiste Pierre. ¿Para que quiero yo un mastín? un perrazo de esos no me cabe en el huerto.

Criado.-De eso vengo a hablarte. (Le deja el cachorro en el regazo. Ella comienza a jugar con él y pronto se encariña con el perro).

Elvira.-(Jugando con el perro). Háblame y explícame la comedia de esta tarde. (Al perro). Sí, que nos la explique a tí y a mí, que este Pierre está más loco que su amo, ¿a qué sí?, ¿a qué sí?. Pierre, el perro es precioso. De mayor comerá una barbaridad.

Criado.-Elvira, escúchame lo que voy a decirte. El marqués quiere casarse contigo.

Elvira.-¡Otra vez!.

Criado.-Otra vez, no. Esta es la primera vez que quiere casarse y lo quiere hacer contigo. Yo pienso que es una locura, pero este mundo está loco y como está loco debe dejársele que haga locuras. Por otra parte, es locura que tú no aceptes.

Elvira.-¡Yo!.

Criado.-Sí, tú.

Elvira.-No tengo pensado, nada. Todo es chanza.

Criado.-No lo es. Si no aceptas serás lo que eres y aún peor con los tiempos que corren. Si aceptas serás marquesa. (Elvira va a interrumpirle). Déjame acabar. Convirtiéndote en su esposa tendrás a tu alcance los medios de aliviar la miseria de muchos hombres que padecen hambre e injusticia.

Elvira.-No puedo ni podré olvidar lo que hicieron con mi familia.

Criado.-Ni yo tampoco, pero Jean-Paul no es como los demás nobles, lo conozco desde niño como te conozco a ti. Si te gusta, si es de tu agrado, piénsalo, Jean-Paul es noble, noble de corazón y noble de espíritu, la otra nobleza es cuento y ladronería.

Elvira.-Es guapo y apuesto. Pero es noble y no puedo olvidar.

Criado.-Lo has tratado como un igual, él así también te ha tratado, nobleza con nobleza, o llaneza con llaneza, el es Jean-Paul y tu Elvira. Nada os separa, el amor puede uniros.

Elvira.-Labia tienes, Pierre.

Criado.-Lo mejor para ti y lo mejor para él. Ahora no actúo de criado ni mandado. He ayudado a él y a tu familia, ahora ayudo a los dos. Soy viejo y la experiencia me enseñó muchas cosas, pequeñas sí, pero importantes.

Elvira.-Es atractivo pero no me hago a la idea.

Criado.-Puedo decirle que venga y garantizarle que lo tratarás mejor que hoy.

Elvira.-No sé. (Al perro). ¿que dices tú, chiquitín?.

Criado.-Dirá que sí, porque podrá corretear por sus tierras, su opinión es parcial.

Elvira.-Pierre, ¿cómo es el marqués?.

Criado.-Sois el uno para el otro. Lo he dicho todo.

Elvira.-Dile que venga.

Criado.-(Acercándose a ella). Niña mía, esto es la revolución, ¿qué es sinó la revolución?. El pueblo se convierte en nobleza y la nobleza en pueblo. Y por sí fuese poco una anarquista en el poder. Adorable locura de estos tiempos. Valió la pena llegar a viejo y ser artífice activo en asuntos revolucionarios.

Elvira.-(Hablando sola). Casada con un noble, marquesa, rica, inmensamente rica y a la vez San Culotte. Si que son estos tiempos locos. El marqués, el marqués. La verdad es que está muy bien, me pondré atractiva, el vendrá igual, como siempre viene bien arreglado y con buenas ropas, yo pondré la mejor que tengo, es decir la de trabajar y la de las fiestas. No hay más y menos mal, hay quien ni una sola tiene. Tiempos estos, locos. (Al perro). ¿Verdad que sí chiquitín?, que estos tiempos son locos.

ESCENA VIII

  Casa de Elvira. Llega el marqués y el criado que llaman.

Elvira.-(Abre la puerta). Pasar. ¿Queréis sentaros?.

Marqués.-Mantengo Elvira mi palabra y mi amor.

Elvira.-(Aparte). Caray que fogosidad, no se anda por las ramas, seguro que no tendrá sangre del pueblo en su propia sangre noble.

Criado.-Con permiso del señor marqués, esperaré fuera. (Sale sin hacer ruido, como si temiera algo).

Elvira.-¿Sí?.

Marqués.-Quiero casarme contigo. ¿Porque he de andar con rodeos?.

Elvira.-¿Estás seguro de que te gusto?.

Marqués.-Lo estoy.

Elvira.-¿Y de que me amas?.

Marqués.-Más que de nada en este mundo.

Elvira.-(Aparte) ¡Caray!. ¿Y que te amo yo?.

Marqués.-(Tristemente). No, por desgracia, en eso no lo estoy, ojalá pudiera estarlo. Si me amases sería el hombre más feliz de toda la tierra. Pero es pedir demasiado, a tanto no llega mi ambición, aunque si mi deseo.

Elvira.-(Ruborizada). ¿Porque dudas de que a mí no me gustes como yo a tí?.

Marqués.-(Ruborizado). Eres tan hermosa, tan expontanea, que para mí eres una Diosa a la que habré de adorar hasta el fin de mis días.

Elvira.-Si apenas me has visto dos veces.

Marqués.-Suficiente, y aún una sola bastaría.

Elvira.-Pero si no sabes como soy.

Marqués.-Lo sé. Un ciego ve lo que los otros no ven, yo aunque ciego por el amor, veo tu alma, para mí es generosa y cristalina como gota de rocío.

Elvira.-Como puedo gustarte sino conoces mi cuerpo, si no me has visto desvestida.

Marqués.-(Ruborizado). Lo intuyo. mil veces te he visto desnuda en mi pensamiento, mil veces he imaginado cada detalle, cada átomo de tu piel.

Elvira.-(Ruborizada). Yo no he hecho lo mismo contigo.

Marqués.-Mejor, podría no gustarte.

Elvira.-Es posible. Peor aún sería si lo hiciese y que luego sufriese desengaño y desilusión con la realidad. ¿Quieres casarte conmigo?. Responde sinceramente.

Marqués.-Sí y mil veces sí.

Elvira.-Prométeme que nunca me engañarás con ninguna otra mujer.

Marqués.-Lo prometo.

Elvira.-Ni con ningún hombre, que a los nobles os vale todo.

Marqués.-¡Elvira! Yo…

Elvira.-Lo sé, pero por si acaso.

Marqués.-Lo prometo y te lo juro. Sólo tú y nadie más que tú.

Elvira.-Seguiré siendo Sans Culottes.

Marqués.-Y yo también si es tu deseo. En idea de momento, para la práctica me falta práctica y no creo que llegue a conseguir graduarme.

Elvira.-(Ruborizada). Bien, la última prueba. Quiero verte desnudo.

Marqués.-(Balbuciendo). ¡Desnudo!.

Elvira.-Si, hombre. Desnudo. Quiero ver como erés. (Aparte). Quiero ver si es como lo he imaginado, soy una mujer moderna y no quiero chascos ni desengaños.

Marqués.-(Desnudándose queda en calzones largos). (Nervioso). Ya estoy.

Elvira.-Date la vuelta, (lo ve y revé). Anda un poco (lo ve y revé). (Aparte). Mejor de lo que imaginaba, Puedes vestirte, me gustas, como no te había imaginado desnudo lo comprenderás.

Marqués.-Ahora tú.

Elvira.-¿Yo?.

Marqués.-Sí, ahora te toca a ti.

Elvira.-Si ya sabes como soy.

Marqués.-Quiero saberlo mejor.

Elvira.-Sea, pero tú vístete mientras. (Se desnuda y queda en pololos y corsé).

Marqués.-Mi imaginación es superada por la realidad. Qué hermoso cuerpo tienes Elvira, todo el será para mí. (Se acerca a ella y la abraza, ella hace lo mismo).

Elvira.-(Apartándolo). Hazte a un lado marqués que no hemos salido de la vicaría ni entrado tan siquiera. (Se
da aire con un abanico para quitarse el sofoco del ardiente abrazo).

Marqués.-No pude reprimirme. Fue un adelanto.

Elvira.-Más que adelanto parecía el cobro completo y en efectivo.

Marqués.-Un poco más Elvira, sólo un poco más.

Elvira.-Vicaría primero. (Aparte). Después seré yo quien cobre sin perdonar intereses.

Marqués.-Vístete, vamos a buscar al cura y al notario.

Elvira.-¿Ahora?.

Marqués.-¡Ahora mismo!.

Elvira.-¡Rompo el acuerdo!.

Marqués.-¿Qué?.

Elvira.-Que rompo el acuerdo y no quiero casarme.

Marqués.-¡Cómo! ¿Qué dices?.

Elvira.-Lo que oyes, ¡no me caso!.

Marqués.-¿No te gusto, no te soy atractivo?. Hace un momento decías…

Elvira.-No es eso. Soy San Culotte y no admite la iglesia ni al estado en cuestiones de amor.

Marqués.-Unirán nuestra relación.

Elvira.-Es un pegamento asqueroso, que en lugar de unir separa. Te imaginas al estado y al rey con todos sus ministros y funcionarios en el medio de nosotros. Añádele al papa, obispos, arzobispos, cardenales y curas con sus catedrales y verás si este pegamento nos une.

Marqués.-Visto así. ¿Qué hacemos pues?.

Elvira.-Yo no me caso, tú tampoco. Y vivimos en pareja con un amor revolucionario. Es mi penúltima palabra.

Marqués.-(Feliz). Sea lo que tu quieras. Es tu penúltima palabra, ¿y la última?.

Elvira.-Firmarás hoy mismo un contrato, si te marchas de mi lado me cederás el castillo y todas las tierras con ganados, bosques, casas y siervos de la comarca.

Marqués.-Como si quieres que te ceda todo lo que tenga, incluida mi propia vida, ese caso no se dará nunca. Pero como tú lo hagas, como intentes hacerlo .... (Amenazante).

FIN