PETER GOODFELLOW (DOCTOR BRODIE'S REPORT)

miércoles, 9 de junio de 2010

-EL PRIMER PASO-

PERSONAJES

Amador: padre.

Celia: madre.

María: hija de ambos.

Fernando: padre de Amador.

Alberto: esposo de María.

Andrea: amiga de Fernando.


  Actor declamando en el escenario de cara al público.

  La vida es una comedia, todos en ella somos comediantes. Unos consiguen ser una cosa, otros consiguen ser otra. Entre ministros, obreros, policías y empleados de banca, anda el juego y la comedia.

  Nosotros somos actores y, señores míos, hacemos teatro, unas veces somos bufones, y hacemos reír; otras, reyes y emperadores, y hacemos llorar.

  Entre el comediante y el actor hay una pequeñísima diferencia.-ellos, serán siempre lo que son, jamás podrán cambiar; nosotros, sin embargo, seremos como todos ellos, tan sólo durante unos momentos. Por lo demás seríamos iguales. (Dando una pirueta en el aire, viendo y señalando al público directamente). Por lo demás seríamos iguales.

ACTO I
 PRIMERA ESCENA

  Casa de los padres de María. Habitación amplia, es la sala, a un lado el televisor, cerca de él, el tresillo de skay con dos butacas de skay igualmente, mobiliario indispensable en todas las casas de familia españolas. Un mueble standar, hortera y feo, como horteras y feas son las salas de familia, una mesa de comedor que rara vez ha sido usada, completa el decorado. Diversos adornos están colocados en el mueble; sobre la mesa un candelabro de adorno que nunca ha sido encendido.

Personajes: Amador y Celia.

Amador.-(De pie, en voz alta dirigiéndose a Celia que no está en el escenario) ¿Qué programación hay para esta noche?.

Celia.-(Desde fuera del escenario) Una película. (Pausa). No sé el título.

Amador.-(Toma un periódico de la mesita. Sentándose en el tresillo pasa unas hojas y lee, al cabo de un tiempo dice en voz alta). Es americana, el argumento trata de una muchacha, hija de un financiero que se enamora de un periodista todavía desconocido que trabaja para el padre de ella, éste se opone a que se casen. Están a punto de huir cuando le conceden un importante premio periodístico, le ascienden a Director, se hace famoso y todo se arregla.

Celia.-(Desde fuera en voz alta) ¿Cómo se titula?.

Amador.-(En voz alta) “Prueba de amor” (sigue leyendo el periódico).

Celia.-(Entrando habla de pie). Ya están los platos lavados ¿Falta mucho para las diez?.

Amador.-(Hace un pequeño gesto, ve el reloj de pulsera y sigue leyendo el periódico). Media hora.

Celia.-(Se sienta en una butaca). Todo bien en la oficina.

Amador.-(Sin dejar de leer el periódico). Como siempre, tal vez me aumenten un poco el sueldo, es poco, pero no viene mal.

Celia.-Está muy bien, ya lo creo que no viene mal, claro que también ya era la hora de que te aumentasen el sueldo. Llevas en la fábrica desde que se formó, y nunca han tenido consideraciones especiales contigo.

Amador.-Tampoco se han portado mal, el trabajo es cómodo y estoy contento.

Celia.-Esta tarde ha venido María con el niño, está pálida y ojerosa; dice que no duerme bien por las noches, temo que enferme.

Amador.-(Dejando de leer el periódico) ¿Cómo se encuentra el niño?.

Celia.-Bien; es un cielo de criatura, gatea por la casa como un ratoncillo. Insistí en que viniese a vivir con nosotros. No sé como no tiene miedo, todo el día sola, y luego por las noches sóla, con la cantidad de robos y cosas que ocurren hoy.

Amador.-¿Qué respondió?.

Celia.-Lo que dice siempre, que prefiere estar sola (pausa). No tiene buen aspecto, siempre fue alegre, tuvo siempre buen carácter. Incluso está más delgada.

Amador.-Mañana hablaré con ella, le diré que traiga las cosas y que viva con nosotros. Cuando venga Alberto que se vaya al piso. Mientras él no está, estará mejor aquí.

Celia.-La verdad, tanto tiempo sola ...

Amador.-(Interrumpiéndola) También está solo Alberto y además trabajando.

Celia.-No tiene necesidad de estar navegando, puede encontrar trabajo en tierra. Aunque no ganase tanto dinero como navegando, no se morirían de hambre.

Amador.-(Se levanta, se dirige al mueble, se sirve una copa) Si no trabaja de joven no va a hacerlo de viejo. Además, María no está sola, tiene al niño, que se dedique a él. Que viva con nosotros, tendrá compañía.

Celia.-Siempre le dije a Alberto que buscase un trabajo en tierra. Tienen un piso donde vivir, no tendrían problemas económicos. Pero él es tan ambicioso; en su caso no tiene dificultad, si fuesen otros, pero él no tiene ese problema.

Amador.-(Con la copa en la mano, cerca del televisor) Si quiere ganar dinero, tiene que hacerlo donde más le paguen (enciende el televisor).


SEGUNDA ESCENA

  La misma sala, con el mismo decorado, personajes.-Amador, Celia, María.

Celia.-(Haciendo calceta, a María que entra). Estoy contenta de verte otra vez en casa, es como si hubiese más vida. (pausa). ¿Está dormido el niño?.

María.-Estuvo todo el día despierto, ahora mismo se quedó dormido como un pajarito.

Celia.-Es un cielo de criatura, un comediante de primera, de mayor tendrá a las chicas corriendo tras él.

María.-(Cerca de la mesa tocando el candelabro). Siempre sucede a la inversa, y cuando logran alcanzarlas, les dicen que no, es el juego del perro y el gato, un juego. Un juego en el que los ganadores no existen, tan solo hay perdedores: juegan una y otra vez, y una y otra vez pierden.

Celia.-(Haciendo calceta) ¿Que dices?.

María.-(Cambiando de tono y disimulando un poco, no demasiado; le gustaría que la comprendiesen, contrariada, disimula un poco). Sí, es muy avispado, de mayor tendrá muchas chicas, será muy listo, llegará a ministro, y, sin embargo, tendrá pesadillas por las noches y cosas peores por el día. He ahí su futuro. ¡Ojalá me equivoque!.

Celia.-(Dejando la calceta, mirando hacia María) ¡Que cosas dices!. No debes hablar así, y menos de tu propio hijo. ¿Qué hay de malo en que pueda llegar a estar bien situado en la vida?.

María.-(Moviendo una silla de la mesa, sentándose en ella). De malo nada. Pero antes dime ¿Qué hay de bueno?.

Celia.-Tener posición, buen sueldo, seguridad económica, prestigio, no tener problemas. ¿Qué más se quiere en la vida?.

María.-En la vida, los vivos quieren vivir, vivir. La buena posición, el buen sueldo, la seguridad económica, el prestigio, son las mortajas con que se engalana a las personas. Nos convierten en muertos vivientes. Muchos de nosotros vivimos más tiempo con la imagínación que en la realidad.

Celia.-¡No digas tonterías!. No me gusta oírte hablar de ese modo. Querrías que trabajase navegando? O ...

María.-(Interrumpiendo tajante) ¡Jamás! ¡No lo permitiré nunca!.

Celia.-Entonces, me das la raz6n. Un buen trabajo, un buen sueldo y a vivir sin problemas!. ¿Qué otros problemas puede haber?.

María.-Problemas no habrá ninguno, los problemas, según tú, desaparecen con el dinero; es una regla muy simple, cuanto mas dinero, menos problemas, cuanto menos dinero más problemas. ¡Que sencillo!. ¿Te has parado a pensar alguna vez, por qué los bares y cafés están llenos de gente?. ¿Te has preguntado por qué se bebe tanto?.

Celia.-La gente bebe porque le gusta beber, por el vicio de beber, por eso hay tantos bares.

María.-(Con vehemencia). La gente, la gente, la gente somos también tú y yo. Si hay bares es porque nos gustan los bares y buscamos lo que hay en ellos, y eso se paga con dinero. Y los que no beben en los bares beben en sus casas a escondidas.

Celia.-A unos porque les gusta y a otros por vicio, todos beben por vicio. A todos les gusta el alcohol, y es por vicio.

María.-El vicio, la palabra mágica que todo lo engulle, y que para todo se aplica. ¿Qué crees tu que es el vicio?.

Celia.-El vicio es cuando las cosas se hacen sin medida, despreciando las consecuencias que esos actos llevan consigo.

María.-Falta añadir que vivimos en un mundo rodeado de vicio, que todos somos viciosos y que la juventud es la más viciosa de todos.

Celia.-¡Ciertamente!, aunque no es solo la juventud la viciosa.

María.-Hay cosas que no alcanzo a comprender. No comprendo como puede tacharse de viciosas a las personas que frecuentan bares, cuando pocas horas antes trabajan en las fábricas por un salario que a duras penas llega a finalizar el mes.

Celia.-Nada tienen que ver ambas cosas, además si los salarios son escasos, es preciso que se limiten los gastos, fomentando, por el contrario el ahorro.

María.-¡Ah!, ¡el ahorro!. ¿Cómo se puede ahorrar si los sueldos son tan bajos que es poco menos que imposible ahorrar?.

Celia.-Sin embargo, se ahorra.

María.-Bien, si la gente ahorra, admitirás que no es viciosa. Y qué tampoco puede serlo cuando trabaja en las fábricas tantas horas seguidas.

Celia.-Es viciosa después de trabajar, al abandonar sus trabajos.

María.-Por lo que dices, entiendo que las personas son virtuosas mientras trabajan y viciosas cuando no lo hacen. Hay pues, en sus vidas, un cincuenta por cien de cada.

Celia.-¡Puede ser!.

María.-Has pensado alguna vez si las causas de ese cincuenta por cien de vicio, tienen el origen en el cincuenta por cien de virtud.

Celia.-La virtud jamás ha conducido al vicio. No se han dado nunca casos semejantes. la virtud jamás ha conducido al vicio.

María.-Será pues, el vicio quien sostiene la virtud. Esto no me lo puedes negar.

Celia.-(Desplicente). Tonterías semejantes es la primera vez que las escucho.

María.-(Alterada). ¿Me gusta a mí el alcohol?. ¿Crees acaso que me gusta beber?. ¡No me gusta!.

Celia.-(Preocupada). Por favor María, cálmate un poco, pareces una fiera enjaulada. No es tu caso, tú no bebes alcohol ni frecuentas bares.

María.-(Habla tranquilamente). Cierto, no es mi caso, yo no bebo. Só1o me emborracho hasta quedar somnolienta. Hasta que no pueda pensar en nada ni en nadie. (Celia no sale de su sorpresa, no sabe si es verdad o es mentira lo que escucha). No me gusta beber, pero me es tan necesario, es con lo único que logra aislarme de la vida, con lo único que puedo aislarme del mundo que me rodea, me olvido de mi misma. (Hablando como para si, como ausente). Es la caída en el oscuro pozo de la inconsciencia, es lo único que busco. Es tan poco lo que busco.

Celia.-(No sale de su asombro). ¿Hablas en serio?. ¿Me asustas con lo que dices?. No puedo creer que bebas, tú, que nunca has soportado el alcohol, no puedo creerte. Estás burlándote de mí.

María.-Tranquilízate, no me gusta beber, no soy ninguna alcohólica, al menos por ahora, tan solo me emborracho, eso es todo.

Celia.-Pero, ¿Por que?, ¿Por que?, ¿Por ... ?

María.-Por todo, por nada y porque sí. Ni yo misma lo sé, o lo sé y no quiero decírmelo, porque entonces podría ser peor. De los males éste es el más llevadero.

Celia.-(Llora, solloza). No lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo.

María.-(Se levanta, se dirige junto a su madre y de pié, tras ella, le acaricia el cabello). LLorar no es bueno, yo lo hago todas las noches y todos los días, y varias veces al día y varias veces a la noche. No es bueno llorar.

Celia.-Tienes un hijo, ¿cómo puedes .... ? ¡Tienes un hijo!.

María.-(Con voz enfática) Yo tengo 27 años, 27 inservibles e inútiles años, (cambiando a una voz suave) y además tengo un hijo al que quiero con locura.

Celia.-(Desprendiéndose de las manos de María) Es tú hijo, debieras pensar en él, no debieras…

María.-Por el cariño que le tengo no hago otra cosa. Por él, me aferro a la vida.

Celia.-(Visiblemente asustada). El debe serlo todo en tu vida, los hijos lo son todo en la vida. Los hijos llenan la vida de una mujer, la realizan, hacen de ella una madre. Una madre no piensa más que en sus hijos, y para ellos vive. Siempre está alerta y vigilante, por si algo malo puede sucederles, sus cuidados se extienden a todas las edades. La madre vive para sus hijos, y estos volverán a vivir para los suyos.

María.-(Moviéndose por la sala) Sí, lo sé, lo sé, y todo eso lo hago. ¿Qué tengo yo que pueda reprochárseme, excepto el que beba para no pensar? ¿Es un delito el no querer pensar?.

Celia.-Tienes a Alberto, él te quiere, busca lo mejor para tí, trabaja, tienes dinero, no te falta de nada.

María.-(Sentada en la silla). No me falta de nada, y me falta de todo, si él estuviera aquí las cosas serían diferentes. Aunque ya no lo creo, ya es demasiado tarde. Demasiado tarde para que fuesen diferentes.

Celia.-(De pie) ¡Dios mío! ¡Estás loca, no sabes lo que dices! ¡Estas loca!. Mañana irás al médico, necesitas un psiquiatra, eso, necesitas a un psiquiatra. Te llevaré a un psiquiatra. Te quitará todas esas locuras de la cabeza ¡Dios mío! ¡Que cantidad de desvaríos juntos!.

María.-Me da igual, a decir verdad, todo me da igual, un psiquiatra que un manicomio, qué más da. Cuando se ha pensado en la muerte tantas veces como yo lo he hecho durante horas y horas. Cuando se ha estado cerca del suicidio como yo he estado, no voy a temer a un psiquiatra, todo me da igual.

ESCENA TERCERA

  (El decorado no ha variado de las escenas anteriores, todo es exactamente igual. Sobre la mesa, junto al candelabro, frutas en un frutero. María lleva puesto un vestido diferente, no es triste, es más bien alegre, pero discreto; tiene un aire mucho más serio, está muy guapa, pero su rostro tiene mirada de extravío, como si no pudiese fijar su atención en algo concreto. Está excesivamente relajada por los fármacos de la medicación del psiquiatra. Amador sentado en una butaca, Celia en el tresillo, hablan. Poco después entra María.

Amador.-(Sentado en la butaca con el periódico sobre las rodillas). Ahora está mas tranquila, tiene mejor aspecto, los quince días en la casa de reposo le han venido bien.

Celia.-(Sentada en el tresillo). Sí, está mas calmada, las curas de sueño son realmente efectivas, aunque debieron de darle demasiados medicamentos, se la nota ida, ausente.

Amador.-Es lógico, tendría un tratamiento fuerte e intenso, como si no, podría borrarse tanto disparate acumulado en una sola cabeza. A quién se le ocurre beber para olvidar, y por si fuese poco, decir que ya no le importa su marido.

Celia.-Y lo del suicidio; había pensado en suicidarse, fue el niño quien la retuvo de hacerlo.

Amador.-María se estaba volviendo loca, la hemos cogido a tiempo. Los médicos han dicho que la vigilemos, pero que haga vida normal. En estos cuatro días que lleva en casa, ya tiene mejor color y buen aspecto, incluso creo que ha engordado un poco.

Celia.-Mejor aspecto tiene, pero sigue sin prestar atención a las cosas, es como si estuviese atontada, y desde hace cuatro días la medicación es mínima.

Amador.-Es normal que eso suceda, los tranquilizantes tienen efectos que duran días. Es necesario que se tranquilice, que vuelva a ser como antes.

Celia.-No comprendo como ha podido llegar a ponerse así, no puedo comprenderlo. Teniendo un hijo que debiera ser su vida, tiene por quien luchar. Alberto es un marido guapo, trabajador y con buen sueldo. Tienen el piso de su propiedad, automóvil, un hijo, ¿que más quiere?. Es cierto que Alberto pasa la mayor parte del tiempo fuera; es una lástima que no estuviese aquí, deberían estar más tiempo juntos.

Amador.-(Pone el periódico en la mesita, se levanta, se apoya en la butaca). La vida de un marinero es triste, demasiado tiempo navegando, demasiado tiempo separados. Lo de María es aburrimiento, necesita trabajar en algo, la distraería, hablaría con gente y saldría de casa. Le buscaré un trabajo.

Celia.-Le convendría, necesita distraerse, el trabajo es un sedante.

Amador.-Buscaré un trabajo para ella, esperaré un tiempo a que se recupere y se pondrá a trabajar.

Celia.-Estoy preocupada, parece no importarle Alberto, es como si no se llevasen bien.

Amador.-!Tonterías¡. Cuando llegue Alberto todo se arreglará. Nunca se han llevado mal, su comportamiento fue siempre el normal, alguna riña, pero como las que suceden en todas las familias. (pausa). Sin riñas no hay amor.

Celia.-(No demasiado alto) ¡tal vez!

Amador.-Le buscaré un trabajo. El trabajo hace desaparecer los pensamientos, la ocupaci6n del tiempo de una persona es fundamental. Eso la distraerá y le impedirá pensar en otras cosas que no sean su hijo, su marido y su familia.

Celia.-Temo que eso ya no sea suficiente. Dios quiera que me equivoque, pero cuando una mujer llega a estos extremos, es que ha pensado mucho en su situación. Realmente no es una situación agradable, separados tanto tiempo parece una viuda con su marido vivo.

  (Entra María un tanto ausente y enciende la radio, suena una canción de amor. María con movimientos lentos la apaga).

Amador.-La siesta te ha sentado bien, así, bien vestida pareces otra.

María.-(Con mirada ausente, sin voluntad). Sí, parezco otra. ¿El niño sigue acostado?.

Celia.-Acaba de dormirse. Tiene tus ojos, cada día que pasa se parece más a ti.

María.-Vaya destino el suyo. La vida de mi hijo que se parezca a la mía. Es preferible que se muera, aún está a tiempo ....

Amador.-(Con voz enérgica). ¡Que dices, alma de Dios!

María.-Lo que siento, lo que no quiero que le suceda a nadie, y menos a él.

Amador.-(Elevando la voz). Estás loca de remate ....

Celia.-(Reconciliadora, a Amador). Discúlpala no sabe lo que dice. Todavía está bajo el tratamiento y sufre los efectos de la medicación.

María.-(Con voz suave) ¡Claro que estoy loca!. Me habéis vuelto loca. A los veinte años me habéis vuelto loca. Y todo por tan solo pensar en vivir de manera diferente, sólo lo había pensado sin atreverme a hacerlo. He hecho el mayor de los delitos (dirigiéndose a Amador) ¡Querer vivir!.

Amador.-(Exaltado). Ya se de donde vienen esas ideas. De tú abuelo, de las influencias de mi padre, de él y no de ti proceden todas esas tonterías.

Celia.- ¡Amador!

Amador.-(Exaltado). Sí, de él. De ese loco anarquista. Mi madre ya se separó de él cuando estuvo en presidio. No pudo soportar la vergüenza, me acuerdo perfectamente de ello. Regresó de la cárcel y mi madre se negó a vivir con él, toda la familia la apoyó. Yo no quise verlo, de una patada derribó la puerta de mi cuarto y después de verme se fue sin decirme nada.

Celia.-(Gritando) ¡Ya esta bien! ¡Cálmate! ¡Calmémonos todos!.

María.-(Muy tranquila y como sí despertase de un sueño, hablando para si). El abuelo, porqué no habré pensado antes en él. Es diferente a todos ellos. Me ayudará. (Mecánicamente enciende con unas cerillas las velas del candelabro que nunca hasta ahora había sido utilizado, el resplandor ilumina a Maria que le da una belleza especial y nueva, como si en su alma penetrase de nuevo el germen de la vida).

ACTO II
 ESCENA PRIMERA

  Casa del abuelo Fernando, vive en un pueblo a veinte kilómetros del pueblo de María. Habitación sencilla, cálida, abundantes libros, un cierto armonioso y personal desorden hay en la habitación que la hace doblemente agradable. Fernando y Andrea (una amiga) ambos de edad, Andrea un poco más joven. Es la hora de la comida, Fernando coloca la mesa. Andrea sentada en una butaca lee.

Fernando.-(Entrando con una fuente). He aquí mi dulce amiga, un besugo al horno, por el que cualquier mujer se enamoraría locamente de mí.

Andrea.-(Irónicamente). Nunca me han gustado los besugos.

Fernando.-(Muy serio, pero con ironía). Lo sé, siempre te han gustado los troskistas, y como a tu gran amor, troski, te gustaría ver a todos los anarquistas al horno.

Andrea.-¡Asombroso! Te has convertido en un perfecto besugo.

Fernando.-(Haciendo un gesto de chulo). Es una lástima, que no te guste este besugo, porque haríamos la revolución anarco-troskista-sexual en esta casa.

Andrea.-(Con cariño y cambiando de voz). ¡Que tonto eres! ¡Anarco de mierda! (se levanta, va hacia él, y lo abraza). Me gusta el besugo al horno y los hombre como tú, pero nunca me acostaré contigo.

Fernando.-Esto es lo que hacen cuarenta años de militancia en el Marxismo, acentuar la represión. Pasáis de la religión católica a otra religión realmente represora.

Andrea.-El apóstol del amor libre.

Fernando.-Las dos palabras más hermosas, las palabras de mayor grandeza que ha creado la humanidad. Amor y libertad unidos. Amor libre.

Andrea.-(Sentándose). Fui joven, que hermoso es ser joven.

Fernando.-¡Somos jóvenes!

Andrea.-Siéntate, comamos y no seas carcamal.

  (Llaman a la puerta de la casa, se escuchan golpes de llamador manual).

Fernando.-A estas horas, ¿Quien podrá ser? (se levanta y sale) (se oyen voces alegres de recibimiento, entran María y Fernando. Fernando lleva cogida por la cintura a María). Andrea, ésta es María, la más hermosa de todas las nietas. Este cachorrillo lleva mucho de mi sangre.

María.-(Seria). Todavía no lo sé.

Fernando.-Pero yo sí. Reconozco el espíritu libre, toda mi vida me he movido entre ellos, tú tienes la fuerza de las almas grandes, tienes la fuerza de la presencia todavía sin desarrollar. Pero la tienes.

María.-Tener abuelos, es tener publicidad gratuita (María saluda a Andrea).

Andrea.-Siéntate, comeremos lo que Fernando ha preparado.

ESCENA SEGUNDA

  Fernando entra en la sala, lleva cogidas por el brazo a María y a Andrea. Vienen de dar un paseo, están joviales y alegres y algo bebidillos. El ambiente es muy cálido.María.-Hace tiempo que no me he reído tanto. (Dirigiéndose a Andrea). Es simpatiquísima la señora de la taberna, admirable su humor.

Andrea.-Cuando dijo que el ebanista es el carpintero señorito y que todavía hay quien dice que todas las profesiones son iguales, iba por tu abuelo. Claro que Fernando tampoco se quedó corto al decirle que la nombraba la mejor bautizadora del pueblo.

María.-No entiendo. ¿Por qué bautizadora? (Fernando riéndose y todos después con él).

Andrea.-Por echarle agua al vino.

María.-(Se acerca a un extremo donde se encuentra una guitarra, la coge en sus manos). Como me gustaría saber tocar la guitarra, siempre ha sido un secreto deseo insatisfecho.

Fernando.-(Acercándose y besando emocionado a María en el cabello). Ya lo he dicho, lleva mi sangre, la misma frustración que yo, saber tocar la guitarra. Jamás he logrado hacerlo, me es imposible, debo tener condones en los oídos. (el efecto de los vinos tomados, se manifiesta, y todos ríen de lo que dice Fernando).

Andrea.-(Riéndose) ¡Que bruto!.

Fernando.-La realidad es cruda, la divinidad o la naturaleza son quienes han sido brutales conmigo. (Serio pero irónico). Yo que soy todo delicadeza, que soy tan sensible al arte, soy condenado a escuchar en lugar de notas musicales, los rebuznos de la señora de la taberna. Los oídos vírgenes por mi lado, son jodidos por otro (se ríen). En la cocina hay frutos secos, traedlos mientras voy en busca de una sorpresilla, traed también unos vasos. (Mientras Andrea prepara los frutos secos, María de espaldas se acerca a un mueble, ojea los libros, leyendo algunos autores y títulos en voz alta).

María.-"El apoyo Mutuo", "Dios y el estado", "La conquista del pan", "La tía Tula", "Poesías de Miguel Hernández", "Ética", 'Crítica a la razón pura", "La dama de las camelias" (lo tomaen sus manos, lo abre y lee en voz alta la dedicatoria) "Al hombre que amé más que a mi propia vida, al hombre que amé hasta la locura. A Fernando que me hizo amar de esta manera". Victoria, Valencia, 1950. (Entra Andrea con una bandeja con vasos y platillos con frutos secos, María le muestra el libro con dedicatoria).

María.-Andrea, lee esto.

Andrea.-(Lee en voz baja, luego dirigiéndose a María). Sé que ha amado a varias mujeres, pero él nunca me ha contado nada de sus amores.

María.-No puedo creer que no te haya contado sus amores, ni que tu nada le hayas preguntado sobre ellos.

Andrea.-Fernando y yo nunca hemos sido amantes. Nada me ha contado, la curiosidad hizo que le preguntase varias veces. Siempreme contestó, un día de estos.

María.-(Con sorpresa). ¿Entre vosotros, nada de nada?.

Andrea.-¿Nada de nada? ¡Todo de todo!. Tengo de Fernando el cariño y la amistad incondicional. Es importante ¿No lo crees así?.

María.-Sí, pero yo pensaba que tú y él.

Andrea.-Yo soy su amiga del alma, nos visitamos y estamos juntos. Sus amantes son otras y de ellas nada sé, tristezas y alegrías, todo se lo calla. Lo conozco bien, y sé que necesita estar enamorado, constantemente enamorado.

María.-¿Todavía ahora, se enamora a su edad?.

Andrea.-A su edad se puede amar tan locamente como en la tuya y a veces más locamente aún.

María.-Es increíble, nunca lo hubiese imaginado.

Andrea.-¿Por qué?.

María.-A las personas de edad que conozco no las veo enamoradas, sus matrimonios son aburridos, monótonos, a menudo cargados de discusiones. Tienen más cara de aburrimiento que de felicidad. Sus ojos son tristes, no son brillantes, como cuando se está enamorado.

Andrea.-Estás hablando del matrimonio, eso nada tiene que ver con el amor. El matrimonio es la tumba del amor. Deja libre a cada una de esas personas y las verás adquirir una energía que hasta ellos mismos desconocían. El corazón humano es como un pájaro con las alas atadas, sí se las suelta volará. Mientras esto no suceda, irán muriendo lenta y aburridamente.

María.-No quisiera acabar así.

Andrea.-(Acariciándole el cabello). Sólo está en tus manos el poder evitarlo, los demás nada podemos hacer.

María.-A veces tengo muchas ganas de llorar y lo hago hasta que no puedo soportar el dolor de los ojos enrojecidos, o hasta que el sueño me vence.

Andrea.-(Intentando alegrar a María). Nunca llores de día. Si tienes que llorar hazlo de noche, las estrellas te parecerán más bonitas.

María.-(Riéndose). Seguiré tú consejo, cuando vuelva a llorar, lo haré por las noches.

  (Entra Fernando con dos botellas de champán Francés, ha oído lo que ha dicho María).

Fernando.-¿Quién habló de llorar?. ¿Y qué consejo es ese de llorar de noche?

María.-Andrea dice que al llorar de noche las estrellas parecen más bonitas. Es un consejo al que haré caso.

Fernando.-Entonces recibe de mí otro consejo. No llores delante de tus enemigos, les proporcionarías un gusto enorme. Si tienes que llorar, hazlo en compañía de tu amigo, él sabrá secar tus lágrimas con sus besos.

María.-¿Y si no se tiene amigo?

Fernando.-(Serio). Tan sólo los miserables no tienen amigos. (Cambiando de tono y alegremente). He aquí las dos últimas botellas que me quedan es francés "Möet Chandon". El champán siempre ha sido mi debilidad, esta bebida es la preferida por las putas francesas y por mí que ni soy puta, ni francés.

María.-Nunca he probado champán francés.

Fernando.-Yo nunca he probado la coca-cola.

María.-(Riendo). No compares.

Fernando.-No hago comparaciones, por eso nunca he probado la coca-cola, tú sin embargo bebes coca-cola y no has probado el champán francés.

Andrea.-¿Es cuestión de dinero, o de buen gusto?.

Fernando.-De ambas cosas, pero me inclino a pensar que es más cuestión de buen gusto que de dinero. El dinero suele guardarse absurdamente en los bancos ¿Ahorrar, por qué y para quién?. Esta sociedad se basa en el trabajo y en el ahorro. Conocí a una persona a la que un jamón le duró 10 años. (A Andrea, entregándole una botella). La primera la abrirás tú.

María..-(A Fernando con el libro de la Dama de las Camelias en lamano). ¿Quién era Victoria?.

Fernando.-Una ciudad vasca.

María.-(Riendo). No, Victoria, la mujer que te dedica este libro en el año 1.950 en Valencia.

Andrea.-Sí, ¿Quién es esa Victoria?.

Fernando.-Otro día os lo digo.

Andrea.-No, no, hoy.

María.-Hoy, tienes que contarlo hoy.

Fernando.-Mañana os lo contaré, os doy mi palabra. Mañana os hablaré de Victoria, una auténtica mujer.

 (Andrea abre el champán, llenan las copas).

Andrea.-(Sirviendo el champán). He aquí la gaseosa más cara del mundo.

Fernando.-Dirás la más rica del mundo. Cuando bebes champán, una burbuja te da un beso en los labios, otra te besa los ojos, otra la mejilla así hasta que la cabeza seducida, se deja ir y llevar como dama indolente al mundo de la alegría.

María.-(Cogiendo la copa en sus manos y viendo arrobada el líquido). Desde hoy ésta será mi bebida.

Fernando.-La alegría es saludable, teniendo motivos para estar y ser alegre. De no ser así, hay algo falso, las burbujas no besarán tus párpados, ni tus sienes, tampoco sentirás su cosquilleo en el paladar.

María.-¿Para qué la guitarra, si no sabes tocarla?.

Fernando.-Siempre hay alguien que sabe tocarla, Andrea por ejemplo.

María.-(A Andrea) ¿Es cierto?.

Andrea.- Sí.

María.-¿Tocarás?

Andrea.-Después de esto (levantando el brazo en alto con el vaso). No creo que pueda hacerlo.

Fernando.-(Cogiendo la otra botella y dándosela a María). Hazlo ahora, cuando vaciemos esta botella no serás capaz ni de coger la guitarra.

Andrea.-Solo tocaré un poco. (Coge la guitarra, toca muy bien, y comienza a sonar algo clásico, de repente pequeños trozos de canciones populares que todos cantan. Mientras cantan, beben vaciando la botella, todos están visible y alegremente ébrios).

  (Andrea deja la guitarra, todos están riéndose, Fernando se levanta de la mesa algo tambaleante, se dirije al mueble y pone un disco, canción "no hay derecho a que no dejen a las masas llevar flores en los pechos”.

  Andrea y Fernando bailan, después Fernando baila con María, luego bailan cantando los tres juntos. Finaliza la música, Fernando, María y Andrea se sientan. Fernando sale fuera de la escena, se oye su voz).

Fernando.-(Gritando). ¡Emilio! ¡Emilio! ¡Emilio! ¡Despiera, hostia! (pausa, María y Andrea rien).

Emilio.-(Gritando). ¿Que pasa? ¿Que ocurre?.

Fernando.-(Gritando). Emilio, se acaba el mundo, hoy es el apocalipsis, la guerra nuclear, la invasión de los bárbaros del Este y del Oeste. Banderas con hoces y martillos nos atacan por la izquierda, banderas con estrellitas nos atacan por la derecha, y nosotros, tú y yo en el medio. Jericó fue derribado con música, este apocalipsis puede pararse con tu acordeón, sálvanos, sálvate, salva a la humanidad entera tocando tu acordeón.

Emilio.-(Gritando). ¡Estás loco! ¡Son las tres de la madrugada!.

Fernando.-¿No oyes el retumbar de los cañones, el pisar de las botas militares? ¿No oyes los himnos patrióticos, música con la que seremos sacrificados?. ¡Escucha, Emilio! ¿No oyes la trompeta del juicio final?. Conjura con tu mágico acordeón esa música que ni al mismo Nerón se le ocurriría componer, llega a mis oídos .....

Emilio.-¿Estás loco, o borracho?.

Fernando.-¡Ambas cosas!.

Emilio.-¡Ah!.

Fernando.-¿Emilio?.

Emilio.-¿Qué?.

Fernando.-¡Eres un pimiento!.

Fernando.-¿No tocas?.

Emilio.-¡No!.

Fernando.-¿Quien construyó los muebles del comedor de tu casa?. ¿Y tu cama, y la habitación de los niños?. ¿Quién te hizo la barca?. Esa hermosa barca, envidia de magnates, financieros y jeques árabes. ¿Qué manos han hecho eso?. ¿Eh? ¿Quién? ¿Quién?.

Emilio.-Tú, tú.

Fernando.-¿Y cuánto te cobré por el trabajo?.

Emilio.- ¡Nada!.

Fernando.-Como me debes el favor, toca el acordeón y no seas pimiento, que eres un pimiento.

Emilio.-Si te pones así, tocaré. Porque eres tú, que conste. (aparece en escena Fernando).

Fernando.-Vamos a la ventana, digo al palco, vamos a asistir a un concierto nocturno. Obras variadas, solista, Emilio el pimiento.

  (Salen todos riendo, el escenario queda vacío y en penunbra, se oyen risas y voces. La música proviene de la ventana de la casa de enfrente).

Voces.-Si los curas y frailes supieran
la paliza que van a llevar
subirían al púlpito gritando
libertad, libertad, libertad,

  (Voces y risas intercaibiadas entre todos. Se escucha la "Varsoviana" tocada con el acordeón. Nadie canta, tán solo se oye suavemente la música de la canción, las notas del acordeón van apagándose lentamente.

ESCENA TERCERA

  El mismo decorado, la misma habitación anterior, Andrea y María recogen y arreglan el desorden del día anterior.

Andrea.-Lo que es bueno, es bueno. Lo demás son tonterías.

María.-Hemos bebido las dos botellas y no tengo ni el más ligero malestar.Andrea.-Fernando, no suele beber, pero tiene provisión de las mejores botellas. Las abre cuando la compañía lo merece.

María.-¿Está acostado todavía?

Andrea.-Todo lo contrario, aunque se acueste tarde se levanta temprano. Estará en el taller, mantiene una rígida autodisciplina de trabajo.

María.-Voy en su busca, tengo que hablar con él (Sale).

ESCENA CUARTA

  Entrán Fernando y María.

María.-Cuéntame lo de Victoria.

Fernando.-Cuando salí de la carcel, en el año 50, nadie estaba esperándome en la puerta. Sospeché entonces que ni la mujer con quien me había casado me esperaba. Las cárceles de aquellos tiempos eran terribles, los regímenes penitenciarios brutales, las cárceles de hoy, sí las comparamos, parecen hoteles.

María.-¿Durante cuánto tiempo estuviste en ese infierno?.

Fernando.-Diez años. Diez años son muchos años, sobre todo cuando se es joven. Salí y lo primero que hice fue dirigirme al barrio de mujeres, busqué entre las chicas que allí había, a la más guapa, a la mejor formada, busqué a la más inteligente de todas. Busqué la chica que más se parecía a la mujer con la que había soñado durante todos esos años. Cuando la encontré, le dije "he estado diez años en prisión, quiero que me enseñes a hacer el amor. Enséñame a amar, he pasado diez años odiando, y el odio no debe permanecer más de un día en el corazón de un hombre.

María.- ¿Aceptó?.

Fernando.-Puse todo el dinero que tenía sobre sus rodillas. Opino que una mujer no tiene precio, necesitaba de ella y ella buscaba el dinero. Se lo di sin condiciones, ni límites de tiempo.

María.-¿Te enamoraste de ella?.

Fernando.-En esos momentos un poco. Ella, sospecho que mucho de mí.

María.- ¡Increíble!

Fernando.-La mujer con quién me había casado se avergonzaba de un marido expresidiario, ni ella ni su familia quisieron recibirme. Intentaron impedirme que viese a mí propio hijo, tu padre. Eché la puerta abajo, ví a mi hijo y a la mujer que se avergonzaba de mí. Fué uno de los momentos más dolorosos que he tenido. Ese mismo día tomé un tren que me conduciría a los brazos de Victoria.

María.-¿Volviste junto a ella?.

Fernando.-Si, y esa vez la amé locamente. Me había desprendido de trabas y cercados. Un año y medio a su lado, durante ese tiempo no soportábamos estar alejados uno del otro.

María.-¿Y ella? ¿Te amó de la misma manera?.

Fernando.-Me amó tanto como yo a ella. Pero el amor es como el viento, una vez que realiza su cometido se aleja. Y cuando eso sucedió, nos separamos.

María.-Es hermoso, debió de ser muy hermoso.

Fernando.-Lo fue, puedo asegurarte que lo fue.

María.-Parece de cuento, me gustaría vivir algo así, aunque sólo durase un día.

Fernando.-Estas cosas duran más de un día.

María.-Mi preocupación se centra ahora en otras cosas. A propósito, estuve observándote trabajar, parecías acariciar la madera. ¿Es muy difícil construir un mueble?.

Fernando.-Depende del mueble, en general no es difícil.

María.-¿Que pasos sigues hasta que está totalmente acabado?.

Fernando.-Lo primero que se hace es diseñar el mueble, hecho esto, diseñas sus partes y los pormenores. Por ejemplo.-un pié curvo de una silla lo dibujas a su tamaño y lo calcas sobre un trozo de madera, de ella, con trabajo y calma saldrá la pieza exacta.

María.-(Interesada). ¿En cuánto tiempo se podría aprender el oficio de ebanista?. De ebanista normal, sin ser nada extraordinario.

Fernando.-Depende de las actitudes e interés del aprendiz, depende también del maestro ebanista.

María.-Si el maestro es un buen ebanista y el aprendiz pone todo de su parte, ¿cuánto tiempo?.

Fernando.-Si es así, en tres años y ayudado con la maquinaria moderna, se puede ser un ebanista que supere incluso a muchos de los que hoy se dedican a este oficio.

María.-(Alegre). ¿Sólo tres años? ¿Crees que sería suficiente?.

Fernando.-Sí aprendiz y maestro reúnen actitudes, tres años seria suficiente. ¿Por qué ese interés por la ebanistería?.

María.-Curiosidad, nada más.

Fernando.-(Se dirige al mueble, pone en funcionamiento el tocadiscos, suena el "Peer-Gin" de Grieg). íQue hermosura el Per-Gin!, Friz Lang utiliza esta música en la película "El vampiro de Duseldorf". ¿Sabías que Grieg compuso el Per-Gin por insistencia de Ibsen?.

María.-(Muy seria). No sé quine es Friz-Lang, Ni Grieg, ni Ibsen, nihe oído en mi vida el Per-Gin.

Fernando.-¿De dónde has salido criatura?.

María.-(Riendo). De un pueblo a 30 km de aquí, he vivido en el seno de una familia de lo más normal, bien considerada, y me han educado en colegios de monjas. En una palabra, he recibido auténtica educación española.

Fernando.-(Irritado). Sólo te falta añadir, "soy castellano, viejo, no sé leer ni escribir". En este país todavía se le rinde culto a la ignorancia.

María.-(Sonriendo). A la ignorancia y a otras cosas.

Fernando.-A demasiadas cosas, cada pueblo tiene lo que se merece. Un pueblo de ignorantes merece la estúpida ignorancia como único trofeo, como el más preciado galardón.

María.-(Interesada). ¿En cuánto tiempo pueden aprenderse todas esas cosas. Saber de arte, literatura, historia, música, cine, de todo lo que hay que saber.

Fernando.-Un buen discípulo y buenos maestros, tres años a lo sumo. Tres años para tener sólidos cimientos culturales.

María.-(Alegre). ¿Los mismos tres años que para la ebanistería?.

Fernando.-No, el mismo tiempo de dedicación exclusiva. Serían por tanto, seis años.

María.-Seis años es mucho tiempo.

Fernando.-Se puede reducir el tiempo de aprendizaje.

María.-(De nuevo alegre). ¿Sí? ¿Es posible? ¿Cómo?.

Fernando.-(Irónico). Los americanos, pueblo tan práctico como estúpido, han inventado unas pastillas con las que en un tratamiento de dos meses se pueden adquirir conocimientos de cualquier materia. Se venden en farmacias, con receta médica.

María.-(Riendo). Eso es lo que necesito.

Fernando.-No tienes más que pedir pastillas para gilipollas. Con un par de tubos obtienes el conocimiento concentrado.

María.-¿En tres años podría aprender el oficio de ebanista?.

Fernando.-(Serio). ¿Tú?.

María.-Sí, ¿por qué no podría ser ebanista?.

Fernando.-(con sorpresa). Me resulta extraño.

María.-Si sólo es eso ...

Fernando.-Extraño, y no logro comprender los motivos.

María.-¿Qué harías si no supieses hacer nada con qué obtener el dinero indispensable para vivir?.

Fernando.-¿Por qué tantas prisas?. Si estás en apuros económicos puedo darte un dinero que tengo y que no utilizaré nunca.

María.-Quiero ser independiente, debo tener una economía propia. Me han educado para que no sepa hacer nada.

Fernando.-Me temía una cosa así.

María.-¿También para ti es incomprensible?.

Fernando.-¿Incomprensible?.

María.-Sí.

Fernando.-Me asombra que hayas soportado tanto tiempo esa situación.

María.-No te entiendo.

Fernando.-¿Eres tonta o son los residuos de educación religiosa que alberga tu cabeza, los que te impiden que tengas luces?. No eres acaso lo que deseas ser, independiente y dejar de vegetar, para sentir el calor y el color de la vida?.

María.-Sí.

Fernando.-Ya has soportado estóicamente la situación de madre y esposa cristiana. (Pausa). ¿Cómo te ha ido?.

María.-Bien al principio, mal después.

Fernando.-Te han educado para el matrimonio y te han casado a los veintitrés años.

María.-Me casé por amor, estaba enamorada de Alberto.

Fernando.-No lo he puesto en duda. Alberto tiene diez años más que tú, el era un hombre y tú una niña, el sabía lo que hacía, tu no.

María.-Nadie me obligó a contraer matrimonio, fui a él por mi propia voluntad, deseaba estar a su lado, no separarme de él.

Fernando.-Me parece perfecto, no podría ni debería ser de otro modo, nadie te obligó, sin embargo, fuiste empujada al matrimonio. Esa es la diferencia.

María.-Me gustaba su forma de hablar, me encantaban sus palabras, todo él me gustaba.

Fernando.-Y todo el tiempo te parecía poco a su lado.

María.- Sí.

Fernando.-Y como era capitán de navío, las ausencias las suplías con largas ensoñaciones. El deseo de verlo, de permanecer más tiempo a su lado, te inclinó a casarte.

María.-Sí, en eso me engañé.

Fernando.-Te engañaste y te engañaron. Nadie te explicó el tipo de vida que lleva la mujer casada con un marino. ¿Nadie te habló de eso?.

María.-Un poco, apenas, pero aunque me hablasen mucho no habría hecho caso, lo amaba tanto.

Fernando.-Lo suponía, confundes el amor con el matrimonio. A los veintitrés años hay que amar apasionadamente, con locura y hasta el delirio. ¿Qué tiene que ver el que dos personas se amen para casarse?.

María.-Lo tiene todo, sino me hubiese casado no podría estar a su lado, siempre viéndonos por horas y a hurtadillas, evitando la fiscalízación familiar y la de todo el resto de las personas.

Fernando.-No se os ha ocurrido otra cosa mejor que oficializar vuestra relación, que todo el mundo supiese que estabais casados. Para ello recurristeis a la iglesia, al estado y a la familia. Lo que tratabais de ocultar lo propagasteis a los cuatro vientos.

María.-Nos amábamos, teníamos muchos proyectos juntos.

Fernando.-Puedo asegurarte que no hay mayor proyecto ni empresa más difícil, que retener el amor. Sobre todo, a partir del segundo año.

María.-Vivir juntos era impensable para mí, y para él también. Además no me lo habrían permitido.

Fernando.-Añade que no os atrevisteis, tenías miedo. Dime, ¿miedo a qué y a quién?.

María.-No lo sé, me casé sin meditar lo que hacía. Ahora me arrepiento, aunque eso ya no sirve de nada. Me queda una mínima esperanza de volver a vivir, y tengo tan pocas ganas, tan pocas fuerzas para intentarlo.

Fernando.-Separaos e intentar rehacer vuestras vidas.

María.-Me asusta mucho, no sabes lo que me cuesta tomar una decisión.

Fernando.-¿Todavía indecisa?

María.-Indecisa, sola y aterrada (a punto de llorar) y con temores infinitos.

Fernando.-(Enternecido). Sin exagerar, mi pequeña luz. Acaba de amanecer y ya temes a la noche.

María.-Nada sé hacer, no sé además que hacer, no tengo amigos, a nadie conozco. El pueblo, es un pueblo de ratas, de ratas hambrientas.

Fernando.-Acampa en otro lugar, donde las ratas abunden menos.

María.-Eso haría si pudiese salvar todas las dificultades.

Fernando.-¿Tu marido qué dice de todo esto? ¿O es acaso tu marido la principal dificultad?.

María.-No he hablado con él, no fui capaz, no me he atrevido, la verdad es que tengo miedo.

Fernando.-Todo eso es normal que suceda. Destaca la falta de confianza entre vosotros. De ahí que tengas miedo y no seas capaz de hablarle de tí, de tus sentimientos, que temas mostrarle tus decisiones. Vuestra vida, además de aburrimiento, debe ser un engaño mutuo.

María.-Casi no hemos vívido uno al lado del otro. Su trabajo lo alejó de mi lado, ahora hace que sea yo quien de él se aleje.

Fernando.-¿Por qué no cambió de trabajo?.

María.-Alberto es muy especial, el dinero es una obsesión para él. Le pagan cuatro veces más de lo que le pagarían trabajando en tierra, es oficial. Hemos hablado de esto, y no admite discusión. A veces pienso que el dinero es para él, lo más importante. Hemos comprado el piso, el coche que apenas utiliza. El resto del dinero lo atesora y guarda sin motivo alguno en bancos.

Fernando.-Absurdo, ridículamente absurdo.

María.-Sí, quiere tener dinero porque sí, por el dinero mismo. Nunca logré entenderlo.

Fernando.-Tengo más años que tú, bastante más experiencia, y nunca he logrado entender al 90% del cívico ciudadano que me rodea. Los cristianos tienen el precepto de amar al dinero sobre todas las cosas, también aman al dinero más que al prójimo y que a si mismos.

María.-Además es terriblemente celoso, es celoso de todo el mundo; si alguien se queda mirándome, se enfada. Es insoportable cuando se pone así.

Fernando.-Los celos degradan al hombre. Impiden que el espíritu se eleve sobre las mezquindades humanas. Hemos mantenido tres años de guerra contra el general Franco y su barbarie, treinta años más tarde, todavía siguen los mismos problemas individuales. No hemos avanzado un sólo paso, más bien hemos retrocedido los pocos que habíamos dado. (Pausa). ¿Te quiere?.

María.-Dudo que me quiera.

Fernando.-¿Y tú?

María.-No lo sé, unas veces siento mucho cariño por él, otras veces no. Cuando estamos juntos los celos le impiden hablar, llego a odiarle en momentos así.

Fernando.-¿No tienes un amigo? ¿No tienes amante?.

María.-(Con cara de asombro, por lo inesperado de la pregunta). No.

Fernando.- ¿No?

María.- ¡No!

Fernando.-¿Eres capaz de retener los deseos de amor durante tanto tiempo?.

María.-Procuro no pensar, no pensar en nada.

Fernando.-Los deseos surgen solos, es una fuerza irresistible que derriba a su paso todo lo que encuentra. Contra él nada valen ni religiones, ni normas morales, es la naturaleza la que actúa, quiere ver como sus criaturas son felices. (Acercándose a ella con ternura). Mi pequeña luz, mi dulce amanecer, qué mal debes haberlo pasado, cuánto debes haber sufrido.

María.-Bebía, bebía para no pensar, bebía hasta embotarme, el alcohol hacía su efecto.

Fernando.-¡Tu marido es un imbécil!.

María.-No es malo.

Fernando.-No, es imbécil. Y tú, con tantas represiones morales encima, puedes montar unos grandes almacenes.

María.-No te burles de mí.

Fernando.-(Enfurecido, no con ella, sino contra todo y contra todos). Ni me burlo ni te compadezco, cada cual tiene lo que se merece.

María.-(Activa). ¿Qué hice yo para merecer esto? ¿Dímelo?.

Fernando.-¿Qué hiciste?. ¿Cogiste acaso el yugo con el que te habían uncido y le partiste la crisma y el alma, si fuese necesario, a quien te lo puso?. ¿Te enfrentaste abiertamente a tu situación, como debe hacer una mujer?. ¿Intentaste desprenderte de los prejuicios que te atan como ternero que va a ser degollado?. Dime, ¿has intentado ser mujer, y abandonar de una vez para siempre el infantilismo adolescente?. ¿Qué has hecho para merecer esa vida? (con énfasis). Has hecho todo para merecerla, has sido opositora y has llevado el número uno. (Pausa). ¿Tus padres, qué dicen de todo esto?.

María.-(Impresionada tras las palabras de Fernando, se encuentra avergonzada, pero contenta, en su rostro se refleja la alegría de quien se sabe comprendida. Lo que su abuelo acaba de decirle no es sólo por ella, es por todo lo que anteriormente han hecho con ella). Qué quieres que digan. Ya los conoces, no entienden o no quieren entender. Me llevaron a un psiquiatra.

Fernando.-(Irónico). Van evolucionando, lo normal es que te llevasen a exorcisar.

María.-Me llevaron a un psiquiatra, me internaron en un sanatorio.

Fernando.-Una mujer que tienen mal de amores y los muy cretinos la llevan a un psiquiatra.

María.-Quiero romper con todo, pero no tengo quien me ayude. Si quisieras, tú podrías hacerlo. Podrías enseñarme ebanistería, aprender de ti y de Andrea, aprender a vivir, no sé vivir, ni me han enseñado ni me han dejado.

Fernando.-(Pasea por la habitación). El niño, ¿te quedas con el niño o se lo dejas a su padre?.

María.-El niño se viene conmigo, nada en el mundo será capaz de separarme de él.

Fernando.-Todavía no has hablado con tu marido, no sabes si se opondrá. Puede denunciarte y marearte con leyes y abogados.

María.-No creo que lo haga, además no podría cuidarlo, para él seria un estorbo.

Fernando.-Ojalá tengas razón. Los hombres como tu marido son mezquinos, creen en la propiedad y tú eres de su propiedad. Herirás su orgullo, no te dejará en paz.

María.-No me quitará el niño, no se atreverá.

Fernando.-Se atreverá, lo intentará, aunque solo sea por hacerte daño. Legalmente puede intentar conseguirlo.

María.-Jamás le daré a mi hijo.

Fernando.-¿Sigues queriendo que te ayude?.

María.-Estoy sola, si tú no me ayudas, nadie lo hará.

Fernando.-Aprenderás de mí todo lo que sé; una vez que lo hagas, irás a Valencia, tengo allí un amigo que completará tu aprendizaje. Irás a clases de dibujo y modelado, aprenderás idiomas, iremos a ferias y exposiciones de muebles, fotografiarás y dibujarás muebles de época. Trabajarás sin descanso, antes de los tres años dominarás a la perfección el arte de la ebanistería.

María.-Tendré que vivir aquí contigo.

Fernando.-Serás un socio, los beneficios los dividiremos en dos partes, tendrás dinero de sobra para ti y para el niño. Los trabajos los cobro muy económicos, a los amigos se los hago gratis, a los que tienen poco dinero también, pero el que tiene dinero, paga por todos los demás y si no quiere, que se vaya a otro ebanista. No sé por qué, pero no se van. ¿Te parece bien?.

María.-Sólo quiero que me ayudes.

Fernando.-Eso hago, lo demás depende de ti.

María.-Me preocupa Alberto. ¿Crees que podría quitarme el niño?.

Fernando.-Como primera medida, consultaremos al mejor abogado. Conozco uno, no es mala persona, gusta del dinero, pero es el mejor. Si no da resultado, yo mismo hablaré a tu marido, sé por experiencia que las leyes y los trámites de tribunales son una parodia. No debes preocuparte, nadie te quitará al niño.

María.-¿Y si insiste?

Fernando.-No insistirá.

María.-¿Estás seguro?

Fernando.- Estoy.

María.-¿Qué le dirás?

Fernando.-Eso depende de él, no de mí. (cambiando intencionadamente de conversación). Deberías recoger tus cosas e instalarte aquí, ahora debes aprovechar el tiempo.

María.-No quisiera molestarte con el niño, siempre has vivido como has querido.

Fernando.-¿Molestar una mujer joven? ¿Molestar un niño, y además de mi sangre?. Los niños tan solo molestan a los que no los comprenden. Un niño es la alegría que faltaba en esta casa, al hacernos viejos vemos en los niños la fuente de la vida, somos los dos extremos, el alba y el anochecer, el despertar y el sueño. Los niños adoran a los ancianos y los ancianos adoran a los niños. La naturaleza sabe muy bien lo que hace.

María.-Aún así, importunaremos.

Fernando.-Con que no te metas en mi vida, todo está solucionado. No corrijas mis manías, llevo tanto tiempo con ellas que nos hemos hecho compañeras inseparables. Por ejemplo, no como hamburguesas, ni salchichas.

María.-(Sonriendo). Ni bebes coca-cola.

Fernando.-Ni bebo coca-cola, ni me gusta hacer la cama.

María.-¿Soportarás tú mis manías?

Fernando.-Tus virtudes querrás decir.

María.-(Riendo). También tengo manías.

Fernando.-(Acercándose a ella y cogiéndole las manos). Adoro tus manías. ¿Cuándo vendrás con el niño?.

María.-La semana próxima, durante estos días arreglaré algunas cosas pendientes y escribiré largamente a Alberto.

ACTO III
ESCENA PRIMERA

  En casa de los padres de María. La habitación está parcíalmente iluminada, María comunica a sus padres la decisión que ha tomado. Su madre reacciona llorando. María durante todo este tiempo permanece tranquila, hasta que al final estalla, la desborda la tensión nerviosa y se va. Toda esta escena es prácticamente muda, tán solo algunas palabras sueltas dichas por cada personaje sugerirán la discusión.-"loca", "qué te crees", "no es así" "que harás", "abandonar la familia", "tú deber es", el es tu marido", algún que otro grito o sonidos incomprensibles pero sugerentes. Toda la escena se hará con gestos de gran plasticidad teatral. Se escucha levemente un golpear rítmico de tan-tan, tambor o pandero, que se hará totalmente audible y en crescendo al final, y en el momento en que María se va. Es esta música el rítmico golpear del corazón de María, corazón en tentativa de liberación.

ESCENA SEGUNDA

  María lleva algún tiempo con Fernando, está muy contenta, dinámica, activa, viste deportivamente; no obstante, una sombra permanente cubre su alma no permitiéndole soltar las riendas de sus sentimientos. Otro mundo se abre ante María, mundo que poco a poco, lentamente, va desplazando con los nuevos hábitos y las nuevas ilusiones a los hábitos faltos de vida anteriores. Ha comenzado a fraguarse en ella la base y el orgullo que la juventud tiene cuando es educada en libertad. Entran en escena hablando María y Fernando.

María.-Es un poco pesado Manuel.

Fernando.-Un poco mucho. Pero a eso opongo que es una persona honrada, rarísimo valor hoy en día.

María.-Tiene toda la apariencia de persona honrada.

Fernando.-Apariencia e interior. Es honrado y puedo dar fe de ello. Es pesado, pero dista mucho de ser insoportable.

María.-El que vino esta mañana parece buena persona.

Fernando.-¡Un majadero! Es astuto como un político.

María.-Estuvo muy amable.

Fernando.-Forma parte de su comedia, una amabilidad sin sentido, que más bien es amaneramiento que otra cosa. Sospecho que esa amabilidad era utilizada para que no le cobrase demasiado. Aviado va conmigo, si lo quiere, bien, sino a otra parte, gente así no es de mi agrado.

María.-No comprendo como todavía conservas clientes.

Fernando.-Es muy sencillo, a todos éstos (señalando con el índice y el brazo extendido al espectador) los han educado en un sistema para borregos. La única motivación que entienden es la voz autoritaria e imperiosa. Cuanto peor los tratas, más te estiman y más te consideran. Han sido educados como borregos, son borregos y les gusta serlo.

María.-Todos hemos sido educados como borregos, no tenemos culpa de ello.

Fernando.-Sí, nadie tiene culpa; si no hay culpables no hay culpas posibles, de lo que se deduce que todo está perfectamente bien.

María.-No es así. Lo simplificas demasiado.

Fernando.-Evidentemente no, hay culpas y culpables.

María.-Debe de haberlos.

Fernando.-Debe no, los hay. Los profesores los primeros. Fueron borregos de estudiantes, les dieron títulos de borregos mayores y capacidad de adiestrar a borregos a su imagen y semejanza.

María.-(Riendo). Nunca lo había visto de ese modo.

Fernando.-Los segundos, los padres, por permitir que en lugar de hacer de sus hijos espíritus libres, auténticos hombres y mujeres, les convierten en asnos aprobados, sin grandeza de espíritu y con más sumisión que la de un animal de carga.

María.-Al hombre le obligan a ser animal de carga.

Fernando.-El hombre, como animal de carga, es obligado a ser un animal de trabajo y, lo que es peor, lo acepta resignándose a esa condición. Pero el hombre además de animal, es hombre, y la primera condición para ser hombre es la rebeldía, lo que lleva a la búsqueda, a la experimentación, al conocimiento continuo.

María.-La enseñanza no podrá variarse nunca, es la base de la sociedad.

Fernando.-Variar la enseñanza no tiene sentido. Son los padres los que no deben enviar a sus hijos a los colegios. Si eso hiciesen, tienes todo el entramado educativo derribado.

María.-¿Y una vez hecho, qué?

Fernando.-(Irónico). Una vez hecho eso, los profesores armarían tal jaleo ante las perspectivas de quedarse sin un trabajo tan cómodo y nada mal remunerado, que harían dictar una ley condenando a la pena de muerte a todos los padres que se negasen a enviar a sus hijos a la escuela.

María.-(Contenta, dirigiéndose a él). íEres adorable!

Fernando.-¿Avanzas en las clases de dibujo?

María.-Me cuesta, voy haciendo progresos.

Fernando.-El aprendizaje es lento, se necesita constancia, al final se obtienen resultados.

María.-Eso espero ¿cuándo fotografiaremos los muebles?.

Fernando.-Este fin de semana. Al niño lo cuidarán mientras estemos fuera.

María.-¿Crees que seré una buena ebanista?.

Fernando.-Reúnes las cualidades, paciencia y meticulosidad, te gustan las cosas bien hechas y tienes buen gusto. Lo demás yo me encargaré de proporcionártelo.

María.-Estoy contenta, me siento distinta, diferente, no sé cómo explicarlo. Tengo todo el día ocupado en el taller, en las clases, en la lectura, casi no tengo tiempo de estar con el niño. Y sin embargo soy feliz.

Fernando.-La palabra felicidad es un término que no se utiliza en filosofía. Cuando venga tu marido, veremos como solucionamos todo esto, sólo entonces notarás el auténtico cambio.

María.-Por un momento olvidé mi mayor preocupación.

Fernando.-¿Cuándo llega Alberto?.

María.-El mes próximo.

Fernando.-¿Sigues firme en tu decisión o te echarás atrás?.

María.-Más firme que nunca.

Fernando.-Es conveniente que seas delicada al decírselo, estas cosas requieren mucho tacto. Aunque no le amas ni te ame, se requiere delicadeza, sobre todo si es celoso.

María.-Lo sé.

Fernando.-Debe evitarse a toda costa herir los sentimientos o el orgullo de una persona.

María.-Estaré con él el tiempo necesario hasta dejar totalmente aclarada nuestra situación. En lo que respecta a lo Económico, no quiero recibir nada, todo lo que tenemos ha sido comprado con su dinero.

Fernando.-Es una buena decisión, con ella se suprimen la mitad de los problemas. Para que obtengas más seguridad, esta casa será tuya a mi muerte, así como todo lo que poseo. En vida puedes disponer de todo el dinero en efectivo que tengo.

María.-No me será necesario.

Fernando.-Si necesario te fuese, ahí lo tienes. Es una pequeña seguridad económica.

María.-¿Pequeña? Es toda la seguridad que necesito y más que suficiente.

Fernando.-Hay algo que me preocupa.

María.-¿Qué es?

Fernando.-Me preocupa que no mantengas relaciones amorosas.

María.-(Un poco cortada). No pienso en ellas, no tengo tiempo de hacerlo.

Fernando.-Pues debes hacerlo y buscar el tiempo para hacerlo y para mantenerlas. Claro está que en este pueblo no hay nadie que valga la pena de conocer. Sospecho que el 90% no hace el amor y el 10% restante lo hace mal.

María.-(Ruborizada). ¡Exagerado!

Fernando.-He conocido a pocas mujeres que supiesen hacer el amor, niguna de ellas era de este pueblo, ya me dirás si entre los hombres no ocurrirá lo mismo y aún más.

María.-(Irónica). Contrataré los servicios de un profesional.

Fernando.-Si necesitas profesores para dibujo e idiomas, un maestro en ebanistería ¿por qué no ibas a necesitar un experto que te enseñase las técnicas amorosas?.

María.-Hacer el amor surge sólo.

Fernando.-Te equivocas, hacer el amor no surge sólo, hay que provocarlo, estimularlo, mimarlo, entregarse, sentir placer en producir placer; se requiere un cierto conocimiento anatómico y conocer suficientemente el alma humana para hacer del mundo amoroso algo más hermoso de lo que habitualmente se hace.

María.-Lo pones muy complicado.

Fernando.-Es complicado. De ahí que las relaciones amorosas sean insatisfactorias espiritualmente y físicamente a menudo también.

María.-¿No estarás pensando que asista a clases de sexualidad práctica, con profesor de agencia?.

Fernando.-Ni lo había imaginado, aunque visto de esa manera, completaría tu formación.

María.-(Asombrada) ¿Te burlas o hablas en serio?

Fernando.-(Riendo). Un poco de cada, sólo un poco de cada.

María.-(Irónica) ¿A ti quién te enseñó todos esos conocimientos físicos, anatómicos, filosofía y psicología sexual?.

Fernando.-La dama de las camelias.

María.-¿Victoria?

Fernando.- Victoria.

María.-(Seria). Entre vosotros había amor.

Fernando.-Eso vino después, la primera vez sólo había deseo por mi parte.

María.-¿Y cuándo te enseño a amar?

Fernando.-La primera vez, por eso empecé a amarla y poco después me enamoraré de ella.

María.-(Seria). ¿De quién estas enamorado ahora?.

Fernando.-(Irónico). Del aire, del aire de una mujer (serio). Mí vida íntima tan sólo a mí me pertenece, jovencita.

María.-(Insistiendo). Entonces ¿estás enamorado?.

Fernando.-A ti qué te importa.

María.-A mí, nada. (Haciéndose la interesante).

Fernando.-(Coge un libro del mueble y sale). Estoy cansado. Voy a acostarme, buenas noches.


ESCENA TERCERA

  María ya ha hablado con su marido, de nuevo está en casa de Fernando. Aparece Alberto, su marido; discuten, Alberto intenta imponer sus criterios y opiniones.

  María está sola, dibuja sobre la mesa, al mismo tiempo escucha un disco de aprendizaje de idiomas en inglés, repitiendo las frases en voz alta. Al poco tiempo oye golpear la puerta, alguien llama, María de levanta de la mesa, sale de la habitación. Se oyen voces que se acercan, son Alberto y María quienes entran en la habitación.

María.-(Seria y contrariada). Aquí es donde vivo. (el disco en inglés sigue funcionando durante un buen tiempo, sugiriendo que ambos hablan en idiomas diferentes). No es lujoso, sin embargo es cómodo por la sobriedad.

Alberto.-Nuestro piso es mucho mejor.

María.-¡Sí!. Teníamos muchísimas cosas inútiles.

Alberto.-¿Inútiles?

María.-(seria). La mayor parte, casi todas.

Alberto.-Fueron compradas para ti.

María.-Pero no por mí. Siempre he pensado que eran compras y gastos sin sentido alguno.

Alberto.-Te gustaba, las compré para que tuvieses una casa en la que nada te faltase.

María.-Es posible. Siempre me he opuesto a esos gastos. (Variando de conversación sin conseguirlo). ¿Quieres un café?.

Alberto.-¡No!. Un hombre debe darle todo lo mejor a su mujer.

María.-Lo mejor de su persona. Y la mujer debe dárselo a su hombre. A eso le llaman amor.

Alberto.-Y lo mejor que pueda en todo también. Cada hombre debe trabajar para que su mujer tenga las mejores cosas que se puedan comprar.

María.-(Seria). Hay mujeres que buscan eso de sus maridos.

Alberto.-(Enfadado, reprimiéndose). La mujer debe ser el reflejo del trabajo de su marido.

María.-(Seria). Para eso están las opiniones ajenas, que tanto más valoran a una persona cuanto más dinero posea. Ese es el reflejo que tú buscas, que te envidien. Sentirte envidiado, imitado, te hace ser más de lo que eres. La opinión de los demás es tu propio espejo.

Alberto.-(Sentándose y conciliador). Vamos a calmarnos un poco, no debemos discutir como hace unos días.

María.-(Seria, distante). No tengo que calmarme, ni nada que hablar ya. Si algo tengo es resentimiento por todo lo que me has dicho. Esa ha sido la última vez, a partir de ahora tan sólo me une a ti un contrato matrimonial, que rechazo definitivamente.

Alberto.-No es fácil romper tan a la ligera ciertos compromisos.

María.-(Seria). Yo lo hago, y me voy en busca de la luz, harta ya de tanta vida oscura.

Alberto.-(Conciliador). Durante cuatro años me he dedicado única y exclusivamente a ti.

María.-(Que sigue seria, no dejándose seducir por el tono de ternura de Alberto). ¿A mí?. A tu trabajo, querrás decir. Te has dedicado a lo que siempre te ha gustado, ganar dinero, ser más que los que te rodean.

Alberto.-¡Eso no es cierto!

María.-(No queriendo discutir). Está bien, no lo es.

Alberto.-He trabajado, me he pasado casi todo el tiempo trabajando, he trabajado para ti, el trabajo es una forma de amar.

María.-Por amor entendemos cosas diferentes.

Alberto.-Es cierto que has estado demasiado tiempo sola, todavía puede solucionarse, en dos años podría venirme definitivamente.

María.-¡Demasiado tarde!

Alberto.-En dos años podría estar definitivamente contigo, ahora no puedo, me es imposible.

María.-Aunque no volvieses a irte, aunque te quedases, no abandonaré la decisión que he tomado. Hemos ido demasiado lejos. Alberto, entre nosotros ya no existe nada.

Alberto.-¿Piensas vivir de ebanista? ¿Tú que nunca has trabajado? ¡Si eres incapaz de clavar un solo clavo!.

María.-Era incapaz de muchas cosas, de demasiadas cosas. Ahora soy diferente. Quiero ser diferente.

Alberto.-(Mordaz). ¿No me digas?.

María.- ¡Si!.

Alberto.-¿Trabajarás de aprendiz con tu abuelo? ¿Cuánto piensa pagarte? (riendo) ¿Sabes ya el oficio?.

María.-Eso es cosa mía, nada te he pedido, te has quedado con todo lo que poseíamos, te he cedido todo lo que teníamos y has estado de acuerdo.

Alberto.-Todo menos el niño.

María.-Quedamos en que el niño se viene conmigo.

Alberto.-Puedo cambiar de opinión.

María.-No harás tal cosa.

Alberto.-Puedo hacerlo, eso depende de lo que tú decidas.

María.-¡Me has engañado!. Debí sospecharlo, ¡qué estúpida he sido! Cuatro años casada con un hombre y sin darme cuenta de a quién tenía por marido (Pausa). ¿Con qué clase de tintas cubres tus pensamientos?.

Alberto.-Nada oculto, no te he engañado. ¿Qué otra cosa puedo hacer para retenerte?. Es mí defensa, tengo derecho a ella.

María.-¿Tu defensa? es tu orgullo y el que dirán a lo único que das importancia. El niño es una disculpa para sujetarme a ti.

Alberto.-Que hay de malo en que utilice todos los recursos para tenerte a mi lado.

María.-¡Me repugnas!

Alberto.-Te repugne o no, legalmente eres mi esposa.

María.-¡Soy una mierda!

Alberto.-Además de ser eso; tienes un hijo que es mío.

María.- ¡Es mi hijo!. ¡El niño es mío!

Alberto.-Es hijo de los dos.

María.-Yo lo he cuidado, he sido yo quien ha estado con él, no tú.

Alberto.-Mientras tú lo cuidabas, yo estaba de paseo.

María.-Es bastante probable.

Alberto.-No he venido a discutir.

María.-¿A que has venido?. ¿No había quedado todo en claro la última vez que nos vimos?.

Alberto.-¿En algún momento has creído que iba a permitir que te fueses tan fácilmente?. Me asombra tu ingenuidad.

María.-(Perdiendo el dominio de si misma). ¿Por qué?. ¿Por qué haces todo esto?.

Alberto.-Para tenerte. Nada posees y nada tienes que ofrecer a tu hijo. Legalmente has huido de tu casa, abandono de hogar; una mala esposa y una mala madre. Sin medios económicos jamás te dejarán los jueces la custodia del niño.

María.-Si me dejas sin el niño…

Alberto.-¿Qué harás?. ¿Sí?. ¿Que harás?.

María.-(Interrumpiéndolo). Que pretendes con toda esta parodia. No me amas, no intentes ocultártelo, crees que me amas pero sabes que no es cierto.

Alberto.-(Cambiando de actitud). Te necesito, necesito de ti, necesito tener la seguridad de que alguien me espera. (Pausa). Tan pronto bajo del barco y piso tierra, no soporto la idea de estar sólo.

María.-Navegando ¿no estás sólo?.

Alberto.-Es distinto, en el barco estoy cómodo, es una extraña sensación la que me produce el mar. Es al llegar a tierra cuando me asalta la maldita soledad. No la soporto.

María.-Crees que yo la soporto, has pensado si soportaba yo la soledad. Has pensado alguna vez en mí como una mujer que tiene deseos y pensamientos propios.

Alberto.-He pensado en tí, imaginaba lo que hacías en cada momento. Cómo no iba a pensar en ti, eras mi mujer.

María.-¿Y qué imaginabas?. Dímelo por favor (pausa) ¿Por qué callas?, Alberto ¿por qué callas?.

Alberto.-Imaginaba de todo. A veces el sudor mojaba mi cuerpo por los celos.

María.-¿De quien y de qué? ¿qué motivos te he dado?.

Alberto.-Todo era imaginación, me ocurría a veces.

María.-Cuando estabas conmigo te encerrabas en ti mismo, tenías una agresividad a flor de piel que estallaba con la más mínima de las cosas.

Alberto.-Sentía celos, lo reconozco. Los celos forman parte del amor.

María.-Es posible, sin embargo tu amor impedía que hablásemos, nunca has hablado de lo que corroía tu corazón. ¿Por qué esa falta de confianza?.

Alberto.-¡Por vegüenza!

María.-Yo te he dicho muchas veces lo que me preocupa, te rogué que dejases de navegar, te pedí que estuvieses a mi lado, que deseaba estar a tu lado, que me encontraba muy sóla. Te lo he dicho muchas veces.

Alberto.-No le daba demasiada importancia. Ahora me arrepiento.

María.-Yo también te ocultaba algo. Bebía para no pensar, para aplacar la soledad que me rodeaba durante las veinticuatro horas del día.

Alberto.-Lo desconocía totalmente.

María.-Me preocupaba muy bien de ocultarlo. Para mí la vida no tenía sentido, la veía como un gran pozo negro en él me dejaba caer sin oponer resistencia.

Alberto.-No me acuses, no soy culpable de todo eso.

María.-Ni te acuso ni te señalo como culpable, me acuso a mí misma y a mí misma me señalo como culpable. He padecido la angustia y la ansiedad, he estado deprimida semanas enteras sin poder acudir a nadie, porque nadie excepto tú tenía el remedio de mis males. Tú no estabas, tú no estabas nunca.

Alberto.-Es curioso, en cuatro años no hemos hablado nunca de esta manera.

María.-Hemos perdido el miedo a hablar con sinceridad sobre nosotros mismos. Es una lástima que sea ya demasiado tarde.

Alberto.-Todavía estamos a tiempo de emmendar los errores que hayamos tenido.

María.-Sabes que eso es imposible, nada vuelve a repetirse y menos en cosas de amor.

Alberto.-Entonces hay otro hombre.

María.-No, no hay ningún otro hombre.

Alberto.-¿Por qué no podemos recomenzar de nuevo?, ¿qué te lo impide?.

María.-Te he esperado tantas noches, deseé tanto dormir a tu lado y sentir el calor de tu cuerpo en el mío y no encontraba más que una cama vacía y solitaria. Me propuse olvidarte, al principio fue difícil, poco a poco lo he conseguido.

Alberto.-Si no ha sido por otro hombre, ¿por qué lo has hecho?

María.-Para no volver a desear tener en mis brazos a un hombre que en contadas ocasiones satisfacía mis deseos.

Alberto.-¿Es cierto que ya no me amas? (sentándose) ¿Qué todo está perdido definitivamente?. (Entra Fernando)

Fernando.-¡Perdonadme!. ¡Os he interrumpido!.

María.-¡Nada de eso!. Os presento, (a Fernando) es Alberto. (Fernando se acerca, le tiende la mano a Alberto, se saludan).

Fernando.-Os dejo, tendréis cosas de que hablar.

María.-Por favor, quédate un poco, nos harás falta. Hace muchos años pasaste por algo semejante, tienes experiencia y puedes ayudarnos. (a Alberto) ¿qué opinas? (Alberto asiente con la cabeza).

Fernando.-En cosas de hermanos no metas las manos, en cosas de pareja no metas la cabeza. Si ambos estáis de acuerdo puede romperse la norma.

María.-Estamos hablando de nuestra separación, el tema es espinoso y desagradable, pero hemos conseguido hablar civilizadamente.

Alberto.-Más o menos civilizadamente.

Fernando.-Lograr que un matrimonio hable de su ruptura civilizadamente es de por sí un gran logro. Yo no lo he conseguido, lo mío fue tormentoso. Dejad los egoísmos a un lado y conseguiréis comprenderos mejor uno al otro.

María.-Durante años he estado locamente enamorada de Alberto, ahora ya no. Alberto insiste en intentarlo otra vez con apenas variaciones. Yo deseo otro tipo de vida, todavía no se cual, pero voy al encuentro de ella.

Fernando.-(Reconciliador). Cada individuo debe buscar su realización en la vida, para eso vive. Si es tu deseo buscar un nuevo tipo de vida, debes intentarlo. Pero tenéis un niño, debéis pensar también en él.

Alberto.-El niño es un problema diferente. En principio hablábamos de nuestra separación, ¿qué derecho tiene María a romper de repente nuestro matrimonio?.

María.-Tengo el derecho que cada persona tiene de decidir lo que quiera y como quiera, yo debo vivir mi propia vida.

Alberto.-Eso es egoísmo.

María.-Egoísmo es el impedirlo. ¿Qué razones hay para que yo no pueda decidir sobre mi vida?.

Alberto.-Estamos casados.

María.-Es un contrato estúpido, con él hipotecamos la vida.

Alberto.-Tenemos un hijo que necesita de sus padres.

María.-Si, si sus padres se quieren, pero sino se quieren el ejemplo que recibe será mil veces más dañino para él.

Fernando.-El niño es un problema diferente, opino como Alberto. Es preferible que habléis de vosotros, de lo que os puede unir en el futuro y en el presente. Los niños en este caso atan, no unen.

María.-Alberto, yo veo nuestro matrimonio seco y nuestro futuro amoroso también. ¿Qué harías con una mujer que ya no te ama? ¿Consentirías una situaci6n así?.

Alberto.-¡No! sería insoportable, una situaci6n ridícula.

María.-Lo mismo opino yo. (Pausa). Al niño he sido yo quien lo ha llevado en el vientre, he sido yo quien ha sufrido los dolores del parto, yo lo he amamantado, yo lo he cuidado hasta temer más por su vida que por la mía. Tú de esto nada has conocido, estabas lejos, muy lejos.

Alberto.-Lejos sí, pero trabajaba para ambos.

María.-(Reconciliadora) Lo sé, lo sé. (Astutamente) Si quieres el niño estoy dispuesta a renunciar a él.

Fernando.-Todavía es muy pequeño, a su edad necesita de la madre, pienso por el bien del niño, que debe quedarse con su madre, aunque sois vosotros quienes debéis decidirlo.

María.-(Insistiendo). A pesar de todo, estoy dispuesta a renunciar al niño. Me preocupa que no dispongas de tiempo suficiente para dedicarle.

Alberto.-(Se levanta, pasea por la habitación). El niño estará mejor contigo. (Pausa). No volveré a veros, ¡Adiós!

Fernando.-¡Espera! (se acerca a Alberto). Es tu hijo, no lo olvides. Yo cometí el error de no visitar al mío, enviaba dinero a su madre, eso no es suficiente. Debes ver y estar con tu hijo siempre que puedas. Le hará bien a él y a te hará bien a ti. Criar a un hijo no es fácil, educarlo es muy difícil, su educación comienza desde el momento mismo de su nacimiento necesitará a todos o crecerá cojo.

Alberto.-(Emocionado). Te lo agradezco Fernando.

  Se dirige a María, quiere decir algo pero no sabe que decir, abre un poco los brazos) ¡Adiós, María! (Sale).

María.-(Con tristeza) Debía ocurrir y ocurrió.

Fernando.-Ahora tienes una nueva vida por delante, debes concentrar todas tus energías en ese empeño, salvo que quieras convertirte en una persona vulgar. (Pausa). Por lo demás todo sigue igual, nada ha cambiado, el hombre es un número de una larga serie interminable.

FIN

No hay comentarios: